viernes, 5 de junio de 2009

3. El Ascensor

Las puertas del ascensor se abrieron de par en par ante Karla. Se encontraba en la planta baja del edificio comercial WWK y debía subir al piso onceavo donde un, esperaba que, futuro cliente tenía su oficina. Dudó ante las puertas invitadoras aunque la claustrofobia que sufría desde la infancia le señalaba la dirección de las escaleras, es que... once pisos, joder! ¿seguro que no podía aguantar ese ratito de nada? Lo mas probable era que llegara a su destino en un pis pas, cierto que por dentro era todo metálico (¡putos ascensores modernos!) sin ninguna visión al exterior; pero se veía amplio, con una capacidad para 10 personas, no? Y tenía espejo... Karla tomó aire y con un paso nervioso se situó justo en el medio del interior del habitáculo, apretó el botón y esperó. En ese brevísimo interludio entraron dos mujeres, tres hombres y un adolescente andrógino que se fueron situando a su alrededor después de pulsar los botones correspondientes. Karla empezó a arrepentirse de su decisión pero mientras vacilaba se cerraron las puertas y con una ligera sacudida el ascensor se puso en movimiento.
En el segundo piso se bajó uno de los hombres pero se subió otro, y en el piso octavo.... se paró. Mejor dicho, entre el piso sexto y el séptimo se pudo percibir un molesto chirrido que se apagó en cuanto el ascensor se detuvo casi a punto de llegar al piso octavo.
-No me lo puedo creer –dijo una de las mujeres, la más joven, con un gesto de disgusto –Justo cuando tengo más prisa.
Karla empezó a sudar mientras sentía como se le desbocaban los latidos del corazón, como de repente no podía respirar por falta de aire, como le zumbaban los oídos, como las piernas se le convertían en flanes... mientras las mujeres hablaban entre ellas, los hombres apretaban botones comentando posibilidades y el andrógino murmuraba algo entre dientes.
El grito liberador que logró concentrar en su garganta terminó con todas las conversaciones de golpe y consiguió que le prestaran la atención necesaria para poder manifestarse con todo el valor que pudo reunir.
-A ver, lo explicaré solo una vez. Soy claustrofóbica. –Tragó saliva. -Y antes de que empiece a pegar a todo el mundo de una forma histérica, o me desmaye de miedo, les informo que solo un estímulo superior al terror que siento puede conseguir diluirlo. –Karla dio un golpe reafirmante con la palma de la mano en la pared metálica. -Así que voy a pasar inmediatamente a desnudarme y bueno... -miró directamente a los ojos de los presentes -todo aquel o aquella que quiera participar en esta sesión de sexo, está invitado.
Dicho esto, Karla se desprendió de la ropa a una velocidad pasmosa y observando que uno de los hombres, pasada la sorpresa inicial, se desabrochaba la bragueta y sacaba su miembro acercándose a ella, se dejó caer de rodillas y abrió la boca para ayudar en lo posible.
-Pero... pero... –la mujer joven no daba crédito a lo que estaba sucediendo. –No puede ser.
-Pues hija, está muy claro. –la mayor miraba sin alterarse pero sin moverse la escena que se desarrollaba a sus pies. -La pobre sufre de...
-¡Mamá! –la joven estaba escandalizada.
Karla pasó a ponerse a cuatro patas para que el hombre la penetrase por detrás. Otro de los hombres se sumó agachándose y besándola en la cara mientras le acariciaba los pechos. El adolescente andrógino se balanceaba de un pie al otro balbuceando:”Qué fuerte! Qué fuerte!” sin saber que hacer. Al final decidió que por tocar una teta no le iba a pasar nada.
-No entiendo como has salido tan puritana, Bea. Tu padre y yo, me parece que no hemos sido tan... ay, perdone ¿le he pisado la mano?
Karla jadeando miró con ojos turbios a la mujer sin entender nada de lo que le decía y le lamió el trozo de pierna que tenía mas cerca.
-¡Mamá! ¡Apártate de esa puerca! Te va a manchar con sus babas...
-Cálmate. Mira, voy a recoger sus ropas que sino van a quedar hechas una pena... Usted, señor, sí, el que no participa ¿le importa pasarme los pantalones que tiene a sus pies?
Los hombres activos, mientras tanto, cambiaron de postura. Sentando a Karla encima de uno, el otro se dedicó a encularla iniciando así el peculiar baile de la doble penetración. Los gemidos de los tres, hasta ahora muy comedidos, subieron de tono.
-Qué fuerte, qué fuerte... – el andrógino había pasado a masturbarse metiendo su mano en sus anchos pantalones y sin clarificar aun ante los presentes el género al que pertenecía.
-¡Lo que faltaba! –comentó la joven con disgusto. –¡Ahora hay que aguantar la música de fondo! ¡Y qué calor que hace! Usted, señor, el que no participa, ¿le importaría volver a pulsar el timbre de ayuda?
-¡Por dios, Bea, deja de quejarte por todo! – La mujer no quitaba ojo de lo que sucedía y en un momento dado, se inclinó para despegar un papelito que uno de los hombres tenía adherido en la espalda.
-“¿Sí?” – la voz surgiendo repentinamente del interfono sobresaltó a todos excepto a Karla. –“Perdón, me estaba tomando un cafetito, ¿pasa algo?”
La joven y los tres hombres se lanzaron en dirección al panel de los botones barbotando diferentes explicaciones mientras se recomponían los aspectos.
-“No se alteren, por favor. ¡Si solo he estado fuera 15 minutos! Ya es casualidad...”.
La mujer mayor se agachó hasta que su boca rozó la oreja de Karla.
-Incorpórate querida. Ahora vienen a sacarnos de aquí. –acarició suavemente la sudorosa mejilla.
Karla la miró agradecida y sonriendo le dio un beso largo, cálido y húmedo en la boca antes de levantarse y vestirse con las prendas que la mujer le iba pasando. La joven le pasó un peine y todos se observaron a ver si descubrían algo que delatara una actividad fuera de lo habitual en un ascensor. Solo el andrógino seguía masturbándose a su aire hasta que recibió una colleja de uno de los hombres poco antes de que se abrieran las puertas.

1 comentario:

  1. Este es uno de los mejores. El "Uy, perdón. ¿Le he pisado?" me encanta. Solo le faltaba algo al estilo: Juán, si le vas a dar por detrás remángate los pantalones que luego la que limpia soy yo.

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