martes, 9 de junio de 2009

10. La Deuda

Karla estaba empapada aunque esta vez, para variar, se debía a una cuestión meteorológica. La lluvia la había pillado de sopetón y sin paraguas paseando por Breu, el pequeño pueblo de montaña de donde era originaria su familia materna. Joder! Tenía que habérselo imaginado ya que no se había cruzado con nadie en media hora como mínimo y ahora, si la hubieran estado observando, se estarían riendo un montón de la panoli de ciudad que no sabía interpretar los signos del cielo. Intentó divisar un bar, un soportal o algo donde guarecerse pero no parecía que fuera a tener suerte.
-¡Mariona Faguany, venga para aquí!
Se giró rápidamente al oír el nombre de su madre.
Un pesado portalón de maderas irregulares se había abierto dejando ver a un anciano armado con un paraguas grande, negro y un pelín desvencijado que salía a su encuentro y le hacía señas para que se acercara a él. Karla dudó un instante pero viendo que el hombre no vacilaría en meter sus zapatillas en el barro, aceptó la invitación dando las gracias aunque pensando si no se estaría equivocando metiéndose en casa de algún viejo senil con intenciones aviesas.
-Toma esta toalla, niña –dijo una vez estuvieron a resguardo. -Puedes dejar tus vestidos mojados delante de la chimenea. Ahora te bajo algo de ropa seca.
Luego había puesto un mantel de cuadritos rojos y blancos en la mesa y le había ofrecido pan, fuet, queso y vino blanco para posteriormente sentarse en silencio delante de ella observándola comer.
-Esto... ejem... –se obligó a decir al cabo de un rato -yo no soy Mariona, soy...
-Lo sé. Aun no chocheo. Debes ser una de las hijas... te pareces mucho.
-Sí. Soy Karla, la segunda.
Era agradable sentir a los elementos tan cerca, el agua furiosa contra los cristales y el fuego crepitando juguetón entre los troncos de la chimenea. Un escalofrío de placer le recorrió la columna y sin más se sintió tan cómoda como en casa.
-Perdón ¿y usted es? Igual mi madre me ha hablado de usted y le puedo decir que lo he conocido.
-Mi nombre es Guillem, Guillem Guirinou, aunque ella y sus amigas me llamaban Gigi -suspiró profundamente. -Fui su profesor de matemáticas.
-Gigi... Gigi l’amoroso y mates... no parece que pegue mucho. ¿Acaso me estoy perdiendo una buena historia? –Karla dio un sorbito al vino.
El viejo sonrió mientras se levantaba para poner un disco de vinilo en un aparato digno de un anticuario.
-Todas las historias que conozco relacionadas con Mariona Faguany son cuanto menos chocantes.
-Pues me gustaría conocer ésta, si no tienes inconveniente. ¿Qué has puesto?
-Quadrophenia de los who.
Se volvió a sentar y se sirvió vino.
-Parece que esta tarde lluviosa invita a las confidencias y a rememorar el pasado -bebió un poco del vaso y sonrió. –No, no tengo problemas en contarte la historia. Por cierto... ¿estas cómoda?
-Sí. Tu ropa me viene ancha pero es mullida y el pica-pica y el vino están buenísimos así que estoy en excelentes condiciones para escucharte.
-Me alegro. Esta historia, en realidad, debería contártela ella, porque yo tengo una visión muy limitada de sus... triquiñuelas. En fin, todo empezó cuando Mariona Faguany cumplió 15 años y decidió que ya era hora de dejar de ser virgen.
“Yo daba clase en el único colegio que hay en esta zona, a cuatro kilómetros de aquí. Con mis 27 años y mi carácter... mmm... sociable, era uno de los profesores favoritos de las alumnas y de alguna de sus madres. Por supuesto, Mariona asistía como cualquier chica de su edad. Recuerdo la calurosa mañana en que se le cayó un papel en clase de lo que yo supuse que eran las típicas chuletas para el examen siguiente ya que estábamos a final de curso.
-Señorita Faguany, deme ese papel.
-Gi... profesor... le aseguro que no tiene nada que ver con... las clases.
-Démelo y no quiero volver a repetírselo.
La vi acercarse contrita y resignada y alargarme un folio doblado. Convencido de haberla pillado in fraganti le eché una ojeada superficial pero lo que vi me sorprendió. Era una tabla sinóptica sobre hombres, a favor, más a favor, en contra, más en contra y pp numerado. La lista era larga.
-¿PP?
-Preferencia Personal.
-Muy bien, a la una y media la quiero ver en la sala de tutoría.
Tienes que saber que un planteamiento así, en aquella época gris en que aun vivía el dictador, era muy extraño. Sobretodo viniendo de una mujer.
Mientras la esperaba solo en la sala, volví a sacar el papel y lo estudié más a fondo. Como conocía perfectamente como me llamaban las chicas no me costó nada descubrir mi nombre listado por orden alfabético detrás de un tal Fer.
Gigi. Experiencia. Morbo. Mucha competencia. Edad legal. 9.
Uuf, mi puntuación era de las más altas, no sabía si sentirme halagado o preocupado.
La puerta se abrió un poquito y Mariona se asomó preguntando si podía pasar.
-Adelante.
Lo que escuché a continuación aun lo recuerdo como algo extraño y surrealista. Mariona se acercó muy seria y comenzó a explicar algo sobre... Olía a alcohol.
-Mariona ¿has bebido?
-Solo un poco de agua del carmen, para coger valor, (he dicho que estaba mareada), porque yo, en realidad y aunque no lo parezca, soy muy tímida, y tal como le estaba diciendo, aprovechando que estamos solos, quería que supiera que he tomado la decisión de perder la virginidad, como habrá podido deducir si ha leído el papel que le entregué en clase. Pero no estoy borracha, sé perfectamente lo que hago y lo que digo ya que he analizado el tema desde diversos ángulos, porque sé, bueno, me he enterado, que es importante que la primera vez resulte satisfactoria para que el resto de tu vida... no, no diga nada, déjeme acabar por favor; el caso es que lo he elegido a usted para tal cosa, ya que me parece que posee la experiencia necesaria, o por lo menos esa es la impresión que da, jeje. Mmm... a ver, que más... Ah, sí. No se crea ni por un momento que estoy enamorada de usted ni que le voy a importunar como mis amigas con requerimientos emotivos extraños. Una vez haya sucedido eso le prometo que jamás voy a dar sospechosas muestras de interés por usted excepto, claro está, las justas en las ocasiones puramente formales y por educación. Bueno, pues ya está todo dicho. Creo. Ejem... que... que le parece? –Mariona hizo un movimiento brusco y tiró unos libros al suelo. -Uuy que torpe soy, lo siento.
“Yo estaba perplejo, con la boca abierta, intentando comprender la verdadera dimensión de lo que ella estaba proponiendo y sus implicaciones. Sonaron unos golpes y apareció por la puerta otra alumna con la sonrisa forzada.
-¿Qué... qué quieres Roser?
-Oh, perdón profesor Guirinou, pero me parece que el señor director está buscando a Mariona.
Ella puso cara de fastidio.
-Bueno, no diga nada aun –dijo Mariona bajito. –Esta tarde pasaré por su casa.
-Gracias, señor profesor –dijo en alto.
A continuación, recogió sus libros y salió como una exhalación. La puerta se cerró a sus espaldas. Solo más tarde caí en cuenta del “me parece” que se le había escapado a Roser. ¡Caray! Estas adolescentes eran tremendas...!”
-Jajaja, ¡Un brindis por mi madre! –Karla alzó divertida el vaso de vino. -¿Se presentó aquí por la tarde?
-Vaya que si se presentó! Tu madre no solía maquillarse ni llevar ropa ajustada, pero esa tarde se había esmerado en presentar un aspecto atractivo, un poco exagerado con la pintura tal vez, pero estaba claro que era debido a la inexperiencia. Lástima que esa tarde también lloviese... cuando abrí la puerta vi a una Mariona calada hasta los huesos porque, claro, ella era capaz de pensar en múltiples ardides de lo más complejos, pero en un simple paraguas...
-Oops, de tal palo... –dijo Karla identificando de pronto la misma situación.
-Sí, veo que lo vuestro es una cuestión de genes... en fin, hice lo mismo, le ofrecí secarse al calor de la chimenea, le ofrecí algo de beber, y le dije...
“-Mira guapa, no te creas que todo es tan fácil; aun tienes un trabajo por hacer: tienes que seducirme. –Y me tiré impávido en el sofá mirándola fríamente a los ojos.”
En realidad, en mi fuero interno, esperaba que este trato la hiciese dar marcha atrás. ¡Qué iluso! Se puso roja, eso sí, pero se levantó sin decir nada, puso música y empezó a desnudarse lentamente mientras bailaba. Se notaba la falta de práctica pero le ponía tanto empeño... que no pude resistirme. Al rato estábamos enzarzados besándonos, tocándonos, ahí, delante del fuego. Y luego, la desvirgué. Como ella quería. De manera dulce y brutal al mismo tiempo.”
-Oh qué guay! –dijo Karla con un suspiro. -¿Alguna vez te arrepentiste de haberlo hecho?
-A la media hora, cuando sonó el timbre de la puerta y era uno de sus hermanos que la estaba buscando por todo el pueblo porque entre pitos y flautas eran las once de la noche.
-O-oooh
-Pero no hubo ningún lío, jeje. Mariona se vistió muy rápidamente y salió por la puerta de atrás, la que da al huerto. Afortunadamente ya no llovía y pudo regresar a su casa sin problemas –el viejo se acabó de un trago su vino. –Y cumplió su palabra: jamás dio muestras de que hubiera habido algo entre ella y yo, ni tampoco nunca volvió a sacar el tema conmigo.
-Qué bien, no?
El anciano parecía triste.
-Sí, magnífico.
Karla se lo quedó mirando.
-¿Sabes qué? Si me dejas me voy a quedar contigo esta noche, aunque tal vez solo sea para contarnos historias delante del fuego. Déjame hacer una llamada para avisar y ya está.
Cogió el móvil y se apartó lo suficiente para poder hablar tranquila.
-¿Madre? soy yo. Sí, tal cual me dijiste. Sí... en realidad fue él el que me encontró, ya te contaré. Se le ve bien y te recuerda. No sé como era antes pero aun tiene... encanto. He decidido quedarme aquí esta noche, así que... si tuvieras un cierto sentimiento de... bueno, ya sabes; en ese caso, creo que vas a poder considerar tu deuda de amor saldada.

1 comentario:

  1. Este cuento es, quizá, el mejor de todos narrativamente hablando. Además el abuelo ha puesto uno de mis discos favoritos, así que no puedo más que alabarle.

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