martes, 9 de junio de 2009

12. La Excursión

La pendiente era pronunciada y el serpenteante camino que ascendía entre los árboles se volvía imposible de seguir con la vista. El grupo evaluó el esfuerzo y colocándose mejor las mochilas en las espaldas emprendió con resolución el ascenso. Durante un buen rato nadie dijo nada, concentrados como estaban en los pasos que iban dando y en controlar dentro de lo posible la respiración. 
-¿Falta mucho para llegar al... aarg, uuf... al refugio ese? – Judit, la primera en romper el silencio y con la lengua fuera, se detuvo. 
- Estoy hecha puré. 
Marta se volvió sonriendo. 
-Venga valiente... un esfuercito más! 
-A mi no me animes como... uurf... como si fuera... un perro, eh? 
-Ven aquí perrita linda! Arf, arf. Tengo una galletita... 
-Karlaaaaaaa.... mira tu amiga como me trata... 
Karla y Daniel, que iban un poco más atrás, se echaron a reír. 
Alan consultó el mapa. 
-Bueno, pues si no nos hemos equivocado, deberíamos ver la casa del amigo de Karla después de aquella curva. 
-Uf, menos mal. Pero que sepáis que sigo creyendo que tendríamos que haber esperado a que el coche estuviera arreglado para hacer esta excursión. 
-Va, no te quejes tanto y disfruta del paisaje, tía. 
-No lo puedo evitar, soy urbanita hasta la médula. 
-Judit -añadió Karla - míralo de esta manera: en realidad, cualquiera de tus sesiones de sexo es mucho más cansada que lo que puedas estar por lo andado hoy. 
-Sí, pero tienen una compensación inmediata, listilla. 
-Si es por eso, yo me ofrezco aquí y ahora para solventar ese detalle. 
-Gracias, Daniel. Ya me había advertido Karla que vosotros erais muy amables – a alguno se le escapó la risa. - Pero con la rasca que hace no se si estoy muy dispuesta a quitarme la ropa. Por lo menos aun. 
-Oh-oh. – Alan señalaba hacia delante. 
Todos se giraron hacia él y luego hacia donde indicaba. 
-Mirad, supuestamente, esa es la casa. – su brazo descendió un poco más. –Y eso... parece un precipicio. Justo entre nosotros y.. nuestro destino. 
-No jodas! En serio? -Cagonlaputa! -Eeeh mierda! Que no solo Judit está cansada... 
Los comentarios iban desgranándose mientras Alan adquiría un aspecto desolado. 
-Lo siento... 
-Ni se te ocurra sentirte responsable –dijo Karla. -Yo fui la que me emperré en venir por este camino. 
-Bueno, que vamos a hacer? 
-Yo seguiría –continuó ella después de observar un rato la brecha. –Si os fijáis, aquello de allá parece un sendero que se adentra en... lo que probablemente es el clásico riachuelo bordeado por algunos matojos, algunas miserables zarzas y demás. Bah! no creo que sea muy difícil atravesarlo. 
Al rato estaban los cinco haciendo equilibrios para no resbalar y caer al agua, para no pincharse con cualquiera de las abundantes zarzas, para no despellejarse las manos con los bordes afilados de algunas rocas, para... 
-Sí, facilísimo, ya lo veo –masculló Daniel mientras se contorsionaba de forma imposible para evitar que su piel pareciera un mapa a causa de las espinas. -Tengo la impresión de estar en una selva y no poder salir... 
-¿Alguna de las múltiples chuches que hemos estado picando estaba en mal estado? –dijo Marta de pronto. 
-¿Por qué lo dices? 
-Bueno, me ha parecido ver una mujer desnuda entre aquellos árboles... 
-Eso lo dices para animarme. –Daniel sonrió. 
-No, no, en serio. Mas o menos a pocos metros de las dos de Karla. 
Todos miraron en esa dirección. Karla, ayudándose con ramas, se fue acercando a la zona señalada. 
-Por aquí el terreno está un poco mejor, no hay tanta zarza -informó -y acabo de ver una pequeña entrada a una cuev... Hola. 
-Hola. 
La voz desconocida despertó inmediatamente la curiosidad del resto del grupo que estiraron el cuello para ver mejor mientras se daban prisa por llegar procurando no descalabrarse en el intento. 
-¿Qué hacéis viniendo a la reunión por la parte trasera de la cueva con lo fácil que era por delante? –preguntó la mujer. -Tiene que haber sido la hostia llegar hasta aquí. 
-Ya ya –dijeron Marta, Daniel, Alan y Judit mientras se desprendían restos de vegetación adherida a la ropa y a la carne. 
-Venga, entrad ya, que estábamos a punto de comenzar. 
Y sin mas preámbulos, los condujo al interior de una espaciosa cueva iluminada por algunas grietas que dejaban entrar la claridad exterior y también, en menor medida, por la hoguera central de un corrillo de hombres y mujeres desnudos. 
-Bienvenidos. 
La “sacerdotisa” que parecía llevar la voz cantante o la responsabilidad de que todo fuera bien, una morena de ojos claros, se había dirigido a ellos desde su posición en una roca más elevada. 
-Perdonad que no me entretenga en las presentaciones; habéis llegado un poco tarde y debemos comenzar ya. Desnudaos y dejad que los acólitos os unten con los óleos. Podéis dejar vuestras pertenencias junto a las nuestras en aquel rincón de allá, al lado del catering. Chicos -miró a los del corro, -saludad a los amigos de Txema. 
Varios holas de distintos calibres y tonos resonaron en las paredes de piedra mientras un hombre y una mujer, cargados con frascos de aceites perfumados, se acercaban a ellos y comenzaban a frotarles las partes del cuerpo que iban quedando a la vista. 
-Bendita suerte y bendita confusión –murmuró Daniel con ojos brillantes a Karla. –Espero que los verdaderos amigos de Txema tarden unas cuantas horas en llegar. 
-A mí, esto me recuerda una reunión tipo wicca pero sin tanta prosa –añadió bajito Alan desde el otro lado mientras se dejaba masajear con aceite los testículos, -¿sabéis? Uno de los cultos a la diosa madre de los paganos modernos. 
-Sí, qué genial! me parece que nos hemos metido de cabeza en un aquelarre –dijo Marta entusiasmada. –Hace tiempo que tenía la ilusión de participar en uno. ¿Os lo había comentado? 
La voz de la sacerdotisa llenó de golpe todo el espacio. 
-¡Oh Diosa! ¡Madre orgiástica! Desde este útero de piedra, tus hijas e hijos con los ojos llorosos, las bocas babeantes y las vulvas y penes lubricados, esperamos ser instrumentos activos de tus designios para que éste sea un mundo mucho mejor. ¡Que empiece el rito y que fluya el amor! 
- Amen. –contestaron algunos, muy risueños, para inmediatamente lanzarse a besuquear a la persona que tuvieran más a mano. 
Karla observó como armónicamente se iba montando una especie de organismo vivo, un puzzle danzante, compuesto por multitud de extremidades que iban y venían y notó como le subía la temperatura corporal. En el mar de carne descubrió a Judit que sonriente le hacía gestos con el brazo instándola a sumergirse con ella y entonces sintió su deseo crecer, ardía por fundirse con ellos, ser una con todos. Le dirigió un asentimiento de cabeza pero se encaminó hacia la parte del ser donde se hallaba la sacerdotisa. Se agachó para estar a su altura. En el proceso fue abrazada, acariciada, besada, lamida y penetrada. 
-Hola, perdona ¿qué habéis puesto en el aceite? –preguntó suavemente al mismo tiempo que alguien le masajeaba las nalgas. 
La morena la miró atentamente. 
-¿Cómo has podido notarlo? Es un compuesto de un psicoactivo pero muy, muy, muy sutil. Casi no lleva nada, te diría que solo estimula lo que ya existe. 
Karla devolvió parte de los lametones que recibía por la izquierda. 
-Fui yonki, tal vez por eso aun me quede cierta sensibilidad hacia las drogas. 
-Pues no te preocupes, soy médico y se de lo que hablo. Además –añadió con un movimiento de cejas -¿qué tipo de aquelarre es aquel que no tiene el caldero de las brujas? ¿No te lo dijo Txema? 
-Mmm... no. Solo le interesaba saber si teníamos los controles sanitarios al día, supongo que igual que todos los participantes de esta... velada. 
-Sí. 
Las dos mujeres, a cuatro patas, se miraban evaluándose mientras se dejaban hacer. 
-¿Cómo te llamas? –preguntó al fin Karla, conciliadora, entre suspiros de placer. 
-Celeste. 
-Mmm... pues que apropiado –murmuró acercando su boca a la de la sacerdotisa y rindiéndose ya ante la fuerza arrolladora de las sensaciones. 
En el exterior, la linea de montañas del horizonte tambien acababa de tragarse al sol.

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