jueves, 31 de diciembre de 2009

20. Epístola a un ex

La carta decía así:

“Queridísimo Mardi Gras, te echo de menos.
Los días transcurren un poco más grises y aburridos desde tu partida pues se nota rápidamente el vacío de tu presencia por la falta de esos comentarios tuyos llenos de chispa y gracejo tan acordes con tu apodo.
Cierto que gustabas también de añadir elevadas dosis de belicosidad, sobre todo cuando tus peroratas estaban destinadas a los personajones (joder, hay tantos!) con más fachenda que contenido, pero cómo podría quejarme de una de tus características más emblemáticas si sabes de sobra que las disfrutaba como nadie.
Eugene, me parece fatal que decidieras irte así por las bravas, sin avisar, sin darme opción a una despedida como es debido. ¡Imbécil, idiota, cretino, eso no se hace! No se hace con los amigos y mucho menos con aquellos con los que has compartido íntimamente el abanico de ideales, emociones y placeres como el que tu y yo hemos desplegado tantas veces.
¿Y ahora qué? ¿qué hago con este nudo que tengo en la garganta, por ejemplo?
No quiero entrar en averiguaciones y en detalles escabrosos de tus razones para hacer lo que hiciste; tu siempre has sido muy autosuficiente y porfiado a la hora de tomar tus propias decisiones, pero que sepas que creo que la has cagado. Y de largo.
Encima, a tu hermana le faltó tiempo para echarme en cara no sé que cosas porque, en realidad, a partir de un momento determinado, todo lo que salía de su boca se iba convirtiendo en algo incomprensible e inconexo. La abogada y yo nunca acabamos de hacer buenas migas.
Ah, por cierto, aun tengo varios paquetes de cosas tuyas circulando por casa, esperando en vano esa decisión tuya de desvincularlas de mi vida de una vez por todas. ¿Las tiro o te las envío vía ouija-expres? No es que me molesten especialmente, (ya sabes que tengo tendencia a vivir en el caos), es solo por una cuestión de salud mental.
El otro día me sorprendí sonriendo al recordar aquella vez que recién conocidos te empeñaste en que nos mantuviéramos encerrados en esa especie de nave de madera que construiste en el jardín de tu casa y que durante una semana entera pareciera que orbitábamos alrededor de un planeta inexplorado con ocasionales descensos a su superficie. Joder, que incomodidad! Las maderitas y demás materiales utilizados a veces se clavaban por todas partes... pero, y esto hay que remarcarlo, qué bien y cuanto follamos esos días! Uf, los vecinos debían estar escandalizados todo el tiempo ya que ninguno de los dos se ha caracterizado nunca por la discreción en cuanto a la emisión de sonidos se refiere. Me encantaba sobre todo la forma en que me masajeabas, estrujabas, apretabas los pechos... mmm... con que dedicación. Tenía incluso la sensación que existía un cable que unía los pezones con el bajovientre porque cada caricia tuya en mis tetas, repercutía como los terremotos, notando algo parecido a un corrimiento de tierras ahí abajo. Aaay, cuantos buenos momentos...!
Esto... ¿te acuerdas de Susan? Supongo que sí. La última vez que la vi fue delante de tus despojos, mirando descompuesta ese repeinado tan años cuarenta que te habían hecho en la morgue. Tiiiiio, que raro que te quedaba! Pues me ha llamado esta mañana. Lo ha hecho para informarme que ha vuelto de su lugar preferido de meditación porque necesita revisar las cosas tuyas que están aquí con la intención de llevarse no se qué que dice que es suyo, que se lo habías prometido porque estabais íntimamente unidos en los últimos meses. (¿¿??) Miente, verdad? Creo que me lo hubieras dicho. Cuando rompimos una semana antes de tu... mmm... llamémosle estupidez, me contaste que estabas iniciando un nuevo ciclo vital y todas esas cosas, pero que no había nadie más, NADIE, y me lo juraste sin yo pedírtelo ni nada. Además, mierda, teníamos mutuo permiso para acostarnos con otros si lo deseábamos. ¿Para qué ibas a liarte en serio con Susan? En fin... le he dicho que se pase cuando quiera; tengo curiosidad por ver que es lo que se lleva.”

Karla rebuscó en la maleta la continuación de la carta. Aparte de algo de ropa de entonces, encontró postales, cajitas de metal, piedras recogidas en diferentes lugares, dos jaboncitos de hotel, una pulsera de cuero, un montón de fotos que también creía perdidas, lápices de colores, un manojo de llaves, un silbato, unos dados, una sombra de ojos... joder, de todo menos el puto folio que faltaba. La maleta, llena hasta los topes de cosas suyas, se la había enviado recientemente su padre desde Inglaterra ya que iba a poner en venta la casa de Portsmouth y necesitaba sacar todos los trastos antes de enseñarla a posibles compradores.
De todas formas, aun sin leer el resto de la carta, se acordaba perfectamente de cómo había vivido aquel tiempo y las circunstancias que rodearon la muerte de Eugene “mardi gras” Parker, uno de sus primeros novios y el más extravagante de cuantos tíos había conocido hasta entonces. Le había sentado fatal, casi como una traición aunque en ese momento ya no fueran pareja, su inexplicable muerte. De acuerdo que, por lo aprendido en los años siguientes, hubiera podido definirlo como alguien bipolar. Incluso tras la visita de Susan, que en realidad vino más a “mostrar” que a “recoger” pues se presentó ante ella con un bebé en brazos con rasgos que, con algo de imaginación, podrían atribuirse a él... El caso es que Karla siempre había sentido que no eran razones suficientes para tan drástica decisión. Tal vez fue un maldito y desgraciado accidente; a Mardi le gustaba jugar al borde del abismo. Pero tal vez no, quien sabía...
Karla recogió impulsivamente otra vez todo dentro de la maleta y la colocó en lo alto del armario grande, en espera de un mejor ánimo para clasificar lo que iba destinado a la basura y lo que no. Luego se tumbó en la cama boca abajo al notar como le caían unas cuantas lágrimas que se apresuró a secar con la sábana.

domingo, 29 de noviembre de 2009

19. Entrevista

Karla presionó el timbre correspondiente del interfono y esperó una respuesta mientras sonreía a un niño que pasaba por su lado haciendo burbujas de jabón.
-Sí?
-Mikele Oké?
-Pasa. ¿Té o café? Antes dime que te apetece que te prepare... porque tienes que subir al sexto piso y no hay ascensor.
-Muy amable. Pues un café con hielo.
La conversación y el ruidito añadido del portero automático se cortó y Karla se vio delante de la típica escalera mal iluminada, estrecha y empinada de cualquier viejo edificio del barrio chino. Con un suspiro de resignación comenzó el ascenso. Perdió la cuenta de los peldaños mas o menos por el tercer piso, cuando se tropezó con uno en el que las baldosas estaban flojas y su respiración aprovechó para desacompasarse.
Mikele Oké, pintor experimental con cierta fama en los sectores artísticos y modernillos de la ciudad, le abrió la única puerta de la última planta. Estaba totalmente desnudo, a excepción de un sombrero y unas zapatillas. Se quedó un rato parado, viéndola resoplar de mala manera, con una ceja más levantada que la otra y unos cuantos rizos castaños sobresaliendo de su prisión.
-Uuuy nena... que sofoco. Necesitas ponerte en forma, reina. Ven, acompáñame al dormitorio; es el sitio ideal para una entrevista y además estoy acompañado.
Dicho lo cual, giró sobre sí mismo y Karla se limitó a seguir el acompasado movimiento de sus nalgas morenas por un pasillo decorado del techo al suelo por lienzos de todos los tamaños made in Miok, la firma habitual del artista, hasta llegar a una estancia transformada con colores muy vivos en salón-dormitorio y en cuya pared principal, centrado y elevado por una tarima, se hallaba el lecho matrimonial. Un joven rubio de piel muy blanca, tumbado encima de las sábanas de seda roja y con aspecto de estar muy aburrido, la miró sin mostrar ningún interés.
Mikele le señaló un juego de sofá y mesita al estilo moruno donde reposaba el refresco que había pedido mientras él se deslizaba nuevamente al lado de su compañero, el cual repentinamente pareció cobrar vida.
-Así que... Karla, no? Y has venido por un proyecto de Marcelo... –indagó el pintor esquivando a medias los besos y demás muestras de amor.
-Bueno... ejem, te cuento -Karla enderezó su postura sentándose más en el borde del sofá. -En realidad, la performance es de un grupo danés que desea un espacio amplio en el centro, con representación pictórica de alguien local... y a Marcelo, que es uno de mis compañeros de trabajo, se le ocurrió, ya que por lo visto te conoce, que podías ser tú.
-Sí... –dijo Mikele con voz entrecortada y los ojillos semicerrados. Karla no supo si se refería a que sí, que conocía a Marcelo o a que le gustaba mucho como el otro le estaba chupando la polla.
Se tomó el café tranquilamente mientras esperaba algún tipo de señal que la mostrara el momento oportuno para continuar hablando, aunque pronto se distrajo mirando la maravillosa terraza en que se había convertido la azotea por obra y gracia de Oké.
-¿Te gusta? -oyó que decía éste. Dudó también si la frase iba dirigida a ella pero lo vio inclinado, observando la pared de cristal por la que se accedía al exterior.
-Preciosa, de verdad. Me recuerda un poco a...
-Klimt. Sí, por los azulejos dorados. ¿Como es que no ha venido Marcelo?
-Pues no sé, seguro que tenía un montón de curro.
-Hubiéramos podido hacer un trío magnífico, como la última vez.
-Aps lo siento, pero le diré lo que se ha perdido en cuanto lo vea. Por cierto, saludos de su parte.
-¿Te incomoda esta situación, Karla?
-¿Cual? ¿Ésta en la que los dos os estáis dando gustito mientras yo intento explicar de qué va la cosa? -sonrió jovial. -No, en absoluto. Me gusta el sexo aunque no participe. Además, no tengo hambre, vengo bien servida.
-Y si te invitara?
-Puaj, una mujer! -intervino la pareja del pintor dejando de lamer y torciendo el gesto.
-No seas maleducado, niño –le riñó Mikele.
-No te preocupes –le intentó tranquilizar Karla. –En serio, no me apetece. Si... ejem, si acabáramos con el tema de los cuadros, podríais seguir con lo vuestro sin interrupciones.
Por lo visto a Mikele le gustaba tener espectadores pues no contestó; en vez de eso, agarró al joven por las piernas y le dio la vuelta colocándolo a cuatro patas. Se humedeció los labios y comenzó a recorrer a besos y pequeños lengüetazos su columna vertebral. Muy lentamente, pues se sabía observado. Así, hasta llegar a las respingonas nalgas a las que enrojeció con un par de cachetitos antes de separarlas e impregnar con su saliva el rosado ojete del chico.
Karla se había vuelto a sentar educadamente en el sofá para contemplar sin reservas el espectáculo y cumplir con el papel de observadora que le habían destinado. Al principio con el ánimo neutro y benevolente de aquel que hace un favor, pero las fosas nasales ya se le habían empezado a dilatar y respiraba cada vez más profundamente, seducida por los hipnóticos movimientos amorosos de los dos hombres. Así que, cuando el pintor introdujo de forma súbita y brutal su miembro por el ano de su acompañante, se quedó momentáneamente sin aire como si hubiera sido ella la receptora del impacto. Cruzó las piernas pausadamente, intentando controlar las sensaciones que empezaban a emerger del bajovientre y continuó mirando como si la escena que tenía ante sus ojos no la afectara lo más mínimo.
La cara del joven estaba congestionada y resplandecía por el sudor pero aceptaba las embestidas del pintor con verdadera ansia meneando su trasero como un verdadero poseso. A Karla le hubiera gustado estar en su lugar. Oké pareció percibir su estado pues ladeando la cabeza, la miró con esa expresión tan particular que tienen los que sufren y gozan sin reservas y le dedicó una media sonrisa cargada de lujuria. Karla se derritió de gusto y, apoyándose en la mesa, se aguantó la cabeza con una mano lanzando un suspiro. A la mierda. La naturaleza le había dotado de un temperamento ardiente. ¿Quién era ella para cuestionar semejante don? Su otra mano fue directamente a trabajarse la entrepierna. No importaba la ropa que llevaba encima. Ella podía correrse en condiciones muchísimo más paupérrimas.
El pintor y el chico rubio continuaron ofreciendo su repertorio de poses y movimientos, penetraciones o simples caricias, todo en plan muy fogoso y lúbrico, aunque también muy artístico, todo para deleite de su público que no les quitaba el ojo de encima.
Karla llegó al climax justo cuando Oké, semisentado en la espalda del joven, que estaba en posición bolita y mostrando su culo en todo su esplendor hacia ella, le introdujo un plug en el ano como si fuera un tapón, convirtiendo a su amante en una preciada redoma ya que un minuto antes había depositado los chorros de su esperma en el interior. Para el rubito fue también la imagen y la sensación definitiva pues se corrió entre jadeos altisonantes hasta que se desmoronó encima de las sabanas rojas.
A Karla le dieron ganas de aplaudir.
Mikele Oké abandonó el lecho con gestos distendidos y acercándose a ella le dio un beso en cada mejilla mientras sonreía satisfecho.
-Has sido un público excelente, querida. Y ya veo que, aunque has venido comida, te han entrado ganas de merendar. Otro día que vengas, buscaré una pareja de juego con más amplitud de gustos. En cuanto a mis obras... –agarró la mano de Karla y la llevó hasta el pasillo -puedes llevarte las que tu quieras, menos aquel retrato de la esquina. Yo me vuelvo a la cama. Hasta otra... y dale un beso de mi parte a Marcelo.
Alzó la voz para comunicarse con el joven.
-Octavio! Despídete de nuestra invitada, cielo.
Un desmayado “chao” se dejó oír desde la otra estancia mientras Oké desaparecía tras la puerta y Karla marcaba el teléfono del curro en su móvil para comprobar si había alguien disponible que la ayudara con los cuadros. Mientras esperaba la conexión le echó una ojeada al retrato de la esquina. Un viejo mulato puesto en cuclillas la miraba ceñudo.

jueves, 29 de octubre de 2009

18. Malhumor

-Joder Karla ¿qué te pasa? Llevas toda la mañana de morros!
-Bah tonterías. Me he levantado picajosa y el curro que he tenido no lo ha arreglado.
-Tienes la regla.
-No.
-No tienes la regla.
-No, tampoco es eso.
-Aaah, ya sé. Has fingido un orgasmo y ahora lo estás pagando.
Karla miró a Judit.
-Que graciosa, creo que me voy a dar un paseo.
-Pues con quien te has peleado?
-Con nadie, chica. Tengo el día tonto y ya está. ¿Te vienes a ver escaparates?
-Vale.
Deambularon por las calles en dirección al centro parándose donde les apetecía, sobretodo ante las ofertas de las agencias de viajes, las tiendas de ropa de colorines y ante algunas fruterías. Judit aguantó estoicamente las diatribas y los ácidos comentarios que iba soltando su amiga por el camino, por una parte porque sabía que la catarsis era útil para que volviera a su humor habitual y por otra, porque le hacía gracia la forma que tenía Karla de cagarse en todo.
-A ver, de las ocho pelis que hacen en esta sala ¿cuántas no son violentas con armas? Solo dos! Y por qué? porque una es infantil y la otra está hecha para infantiles mentales.
-Joder! ¿Qué necesidad tiene ese imbécil de tocar la bocina como un loco?¿no se da cuenta de que hay un viejo cruzando? No, porque no es un defecto de la vista; tendría que graduarse el sentido común.
-En serio, me hace gracia cuando alguien dice “ya he sido suficientemente bueno” ya que en realidad lo que quiere decir es que ya está harto de ser o parecer bobo porque le han fallado los cálculos y no ha tenido el resultado esperado del tema en cuestión, o sea, que esta confundiendo bondad con estupidez y encima fomenta ese error en los que le escuchan.
-¿Y esto a que viene? –dijo Judit sorprendida pero inmediatamente se calló al intuir que posiblemente tenía que ver con el origen del malhumor.
-O también podría ser que llamara bondad a la paciencia, que si analizas el término es un estado de espera, por lo general elegido por descarte, que solo aplaza lo que se quiere conseguir. Y en una relación ya se sabe, esa frase la pronunciará alguien que en vez de amarte tal como eres solo espera modelarte a su gusto. En todo esto, ¿dónde mierda está la bondad? ¿bondad porque no va uno cortando cabezas a saco para acelerar el proceso? Uuuuy cuanta bondad! Pfff... odio salir con cretinos.
-¿Conozco a ese indeseable?
-No creo.
Caminaron un rato más, hasta encontrar una mesa libre en una terracita de bar. Las dos se espatarraron de cara al sol cerrando los ojos después de pedir un aperitivo, agradeciendo el calorcito en su fuero interno y ni pestañearon cuando el camarero se acercó a dejar los refrescos.
Judit fue la que, al cabo de un rato, rompió la burbuja.
-Karla, estaba pensando en algo que igual te arreglaba el humor del día, pero no se si estarás dispuesta y tal vez sea muy pronto...
-¿Ah, sí? ¿en qué? –dijo repentinamente interesada. De golpe, se echó a reír.
-Hombre, me alegro de que la reacción sea tan rápida pero...
-Es que me hace gracia notar el efecto que me provocan siempre estos discursos pseudo morales –dijo Karla, refiriéndose a unos devotos practicantes que habían empezado a dar la brasa a pocos metros de distancia, -cuanto más rabiosos y apasionados, más frívola tengo ganas de ser.
-Jeje, a mí me pasa igual.
-Tu idea, tiene algo que ver con ellos? Como, por ejemplo, tentarlos, escandalizarlos, meterles en un lío tipo “cabrón, no nos abandones a mí y a los niños” o algo por el estilo?
-Naaa, solo de pensar en que esos reprimidos me puedan tocar con sus torpes manos sudorosas me vienen ganas de vomitar.
-Menos mal, a mí ya me estaban entrando escalofríos. Pues qué es lo que...
-¿Sabes lo que es un pasillo francés?
-No.
-Jejeje...
Se levantaron y Judit fue guiando los pasos de ambas hacia un “misterioso” destino que, tras unos veinte minutos de caminata, se hallaba emplazado entre una carpintería y una oficina de correos (“qué adecuado” pensaría luego Karla).
El interior del local, delicadamente iluminado con luces indirectas, parecía un bar de copas normal ya que tenía una barra con algunos clientes, pocos, dado lo temprano que era para salir de marcha, asistidos por dos camareros a cual más fashion y que saludaron a Judit con la mano en cuanto la vieron entrar.
-Espérate aquí un momento mientras indago si hay alguna posibilidad a estas horas.
Karla vio como Judit se adelantaba, como se inclinaba de puntillas para hablar con uno de ellos tras darle un beso en la mejilla, como uno de los solitarios clientes de la barra ladeaba la cabeza para apreciar mejor el culo de su amiga y como ésta se dirigía hacia un rincón siguiendo las indicaciones del camarero. Allí, cómodamente aposentados en sendos sofás, se hallaba un grupito de cuatro o cinco hombres enfrascados en una, al parecer, estimulante charla aunque la interrumpieron en cuanto vieron quien se acercaba. Karla se sintió un poquito desconcertada cuando, después de un breve intercambio de palabras entre ellos y Judit, se giraron todos para observarla pero enseguida se sobrepuso y les envió una sonrisa y un ligero movimiento de dedos como saludo. Luego, los hombres se levantaron para desaparecer por una de las puertas del fondo y Judit volvió a ella con la satisfacción pintada en la cara.
-Cinco minutillos y habrás aprendido algo más en esta vida.
-¡Caray que bien! me muero por las novedades.
-Jajaja, lo sé, lo sé –y tras esperar un ratito la tomó de la mano y juntas se internaron en los enigmáticos corredores del interior.
La condujo por una semi penumbra hasta uno de los extremos de un pasillo no muy largo y con los paneles laterales agujereados, básicamente al mismo nivel donde los hombres suelen tener el pene, aunque también habían algunos orificios diseminados a la altura de otras extremidades (¿o estaban destinados a seres gigantescos recontrabien armados?!). Karla empezó a reírse bajito pero la hilaridad se le cortó de golpe cuando a una voz de Judit comenzaron a emerger de la pared pollas enhiestas de diferentes tamaños y grosores. Seis en total (debía haberse añadido alguno de los de la barra) y todas con su capuchita correspondiente, por supuesto.
-¡Oh, buenísimo, qué festival! ¿No esperarás que me las coma todas yo, no?
-Haz lo que gustes, son para ti. Puedes usarlas por donde te de la gana.
-Me gusta compartir. Pero ¿sabes lo que me apetece primero, antes de abismarme en la vorágine del placer?
-Vaya, cuanta retórica! Qué?
Karla bajó la voz para que solo Judit la pudiera escuchar.
-Unas cuantos fotos en posiciones, eróticamente hablando, poco habituales... por ejemplo, haciendo ver que escalo por ellas, o como si estuviera tendida en un campo de flores, o crucificada... –pero por si acaso, y mientras acariciaba algunos de los rabos más cercanos, usó su tono de voz normal para decir: –No os inquietéis, prometo complaceros a todos.
Murmullos de satisfacción se dejaron oír desde el otro lado.
-Mira que llegas a ser rara, nena. Vaaale –aceptó Judit sacando su móvil –ya puedes desnudarte.
-Tu también, rica.
Tórridas melodías de fondo fueron acompañando la evolución de los obscenos y pecaminosos actos de las dos.
Al (laaargo) rato y con pasos un poquito más temblorosos de lo habitual, abandonaban el recinto.
-Bueno, hemos tenido suerte de que anduvieran éstos por aquí.
-No te quites importancia, tu sí que sabes como hacer desaparecer el malhumor.
-En realidad ha sido un cambio: malhumor por escozor.
-Jajajaja, siiiii...

domingo, 27 de septiembre de 2009

17. Triple Set


Y TRES

-Méate en mi cara.
-¿Cómo dices?
-Que te mees encima mío, venga.
Karla se acercó vacilando. Era la primera vez que alguien le pedía tal cosa. Bueno, pues si el tío quería ella no iba a poner ninguna pega, claro que, a ver que le parecía a su cuerpo, igual no tenía ganas...
Se colocó de pie encima de él con las piernas abiertas y esperó el pequeño milagrito por parte de su organismo que demostrase así su velocidad de adaptación ante la novedad. Se rió feliz cuando notó salir el chorro caliente para luego quedarse fascinada mirando las expresiones de su amante mientras todo el pis le salpicaba la cara.
-Es cierto, te gusta –le dijo encantada.
-¿Acaso lo dudabas?
-Bueno, podía ser por probar, por probarme, yo que sé, o una excentricidad debida a tu profesión.
-Jajaja, yo no voy de profe de moral.
-Eso dices... aunque también podría ser para estudiar las sensaciones que provoca esto y adaptarlas a un personaje de tu próximo montaje. Yo lo haría si estuviera en tu lugar.
-Yo también pero este no es el caso. Agáchate que te voy a...
-Ni hablar, aun no estoy tan caliente como para que no me importe rebozarme en mis meados.
-Pues voy a tener que ponerte a tono, nena. Date la vuelta y déjame comerte el ano.
-Jajaja sí que eres un pervertido, sí... –dijo Karla colocando su culo a la altura debida.
-Beberte, comerte, follarte... ¿qué más quiero?
-No te las des de simplista que no me engañas y para que lo sepas, empleas demasiado el imperativo para ser un humilde genuino... aaah... eso... está muy bien... sigue... oooh... mmm... dentro de poco seré incapaz de pensar... o de decir algo coherente...
-Por fin.

Y DOS

-De postre traiga dos trozos de pastel de chocolate y dos cafés.
-No, solo un café. A mí me trae un té negro, gracias.
El camarero se retiró después de tomar nota.
-¿Es que me vas a llevar la contraria en todo, Karla?
-No, solo en lo que no me apetezca –ella le devolvió la sonrisa.
Se miraron tomándose el pulso con la mesita en medio como posible salvaguarda de aun no se sabía quién o qué. Él inquisitivo, seguro y provocador; ella interesada, divertida y un pelín nerviosa, para qué negarlo. El tercer grado terminó cuando el camarero volvió con lo que habían pedido.
-Mmm... –dijo él chupándose exageradamente el dedo índice tras hundirlo hasta el nudillo en su trozo de pastel. Luego pasó a embadurnarse la mayor parte del rostro, indiferente ante las miradas sorprendidas, incrédulas o asqueadas de los otros comensales del restaurante de lujo.
-Se supone que yo te “apetezco” y también el chocolate, no? ¿podrías demostrarme si eso es cierto? –la miró sonriendo de forma cautivadora con los ojos brillantes por el desafío.
-Vaya, jeje, un exhibicionista, ya me extrañaba que quisieras venir aquí. O acaso es que me lo dedicas expresamente para ver si me atrevo a hacerlo delante de estos pijos?
-Soy un hombre de vicios completos, mato dos pájaros de un tiro.
-Muy bien, señor completo –dijo Karla poniéndose de pie, -déjeme sentarme encima suyo, así mientras le lamo esos morritos tan dulces y por extensión el resto de su cara, me iré restregando contra sus genitales como una perra.
-Jaja, me gustas nena, espero que podamos acabar follando a saco y no en la comisaría.

Y UNO

Rut se fue acercando a Karla con cuidado para no empujar a la gente y provocar un estropicio con las copas.
-Ven conmigo –dijo tomándola de la mano – que te voy a presentar a un tipo que es actor. Bah! Dicen que es un borde pero bueno, ya sabes que la peña a veces...
La llevó hasta un corrillo en el que el tema de conversación era la moda de los ochenta.
-Perdonad ¿y Roberto, donde se ha metido? –preguntó Rut.
-Creo que ha ido al lavabo, o por lo menos es lo que ha dicho –dijo una.
-Sí, jeje, me parece que le estábamos aburriendo un poco –dijo otra.
-Aaay pero es taaaan genial... que se lo perdonamos –dijo otra más.
Karla se apartó con repentinas arcadas.
-Déjalo, otro día será. Voy a por algo de beber ¿te traigo algo?
-Una birra, plis.
Unos cuantos minutos más tarde, después de bregar con los obstáculos humanos del camino, aun esperaba pacientemente que el tipo rubicundo que estaba detrás de la barra se fijara en ella y le sirviera. Por lo menos estaba entretenida ya que a su lado había un morboso calvorotas intentando convencer a dos pavas para hacer un trío y su parloteo no tenía desperdicio pues aderezaba la conversación con anécdotas y chistes subiditos de tono; lástima que ellas fueran impermeables a ese tipo de humor y al poco rato desaparecieran tanto del local como de sus expectativas.
-Jeje, muy bueno ese último –intentó animarle Karla
Él se giró hacia ella.
-¿Quieres que te cuente otro? Es viejo pero me gusta.
-Venga.
-Dos amigos y uno le dice al otro: “Compadre ¿a ti te gustan los tríos sexuales? –Pues claro. –Pues corre que tu mujer ha empezado sin ti”.
-Jajajaja que bueno. Ahora me toca a mí. Dos curas y uno le dice al otro: “Chico, llevo tanto tiempo dándome duchas frías cada vez que tengo tentaciones, que ahora cuando llueve me empalmo”.
Los dos se rieron.
-Hablando de curas –dijo él -¿te vienes a follar a una iglesia?
-¿Es un chiste?
-Es una propuesta.
-Pfff, no. No tengo ganas de pelearme. Además, tengo hambre.
-Plan b: cenamos en un sitio que conozco y nos vamos a follar como locos por ahí.
-Jeje, vale. ¿siempre eres tan extremo?
-Ah, veo que ya os conocéis –Rut se aproximó sonriendo. -¿O aun no? Karla Roberto, Roberto Karla. Por cierto –se dirigió a ésta última -¿y mi birra?

domingo, 30 de agosto de 2009

16. Sueño

Karla se dio media vuelta y se despertó. Un rayito de luz que se colaba por una de las rendijas de la persiana le acariciaba la cara dándole los buenos días. Se estiró cuanto pudo emitiendo sonidos de gusto y bostezando hasta que su pie chocó con la pierna de él. Se incorporó apoyándose en el codo para observarle; todavía dormía, mierda. Había tenido un sueño y deseaba contárselo pronto, por lo menos antes de que se le olvidaran los detalles que le parecían curiosos e interesantes. Pensó en despertarlo ya aunque de una manera placentera para compensar como por ejemplo, chupándole la polla; pero, pobrete, ofrecía un aspecto tan cándido con su boquita abierta, sus miembros distendidos (excepto ese), y un aire tan tierno, desprendiendo ese calorcito corporal tan agradable… que se sintió avergonzada de haberlo pensado, se llamó egoísta al tiempo que le inundaba una oleada de cariño hacia el durmiente. Lo abrazó fuertemente y desparramó algunos besitos por encima de él.
-Mmmm... que pasa? me estás ahogando, amor –el hombre casi no abrió los ojos aunque sonrió. –No sé, quizás hubiera preferido que me despertaras chupándome la polla en vez de...
La almohada le fue a la cabeza.
Karla se sentó con las piernas cruzadas por encima de las sábanas.
-Es que he tenido un sueño muy... enigmático y me gustaría contártelo –se inclinó acercando su cara a la de él. -¿Puedo o aun estás dormido?
Él bostezó y se acomodó mejor para escucharla.
-A ver, cuenta. Espero que merezca la pena el haberme despertado. ¿Qué hora es?
-Súper pronto. Aun faltan dos horas para empezar a espabilarse.
-Bueno, te escucho.
Karla miró hacia el techo en busca de la imagen concreta con la que iniciar el relato.
-Estaba desnuda en la cumbre de un monte, de cara a un precipicio y justo en el borde, de hecho mis dedos de los pies no tocaban tierra.
-¿Va de volar o de miedo a caer?
-Nooo tío, espérate al final, vale? Sigo.
-Sí, pero métete dentro de la cama que te pueda tocar.
Karla lo hizo dándole la espalda y él la rodeó con un abrazo un tanto lánguido.
-Disfrutaba del paisaje y no tenía frío ni nada, de repente sé que hay alguien casi pegado a mi espalda, así, como tu y yo ahora más o menos...
-Ajá...
-Y me giro y veo a... a un ser, pfff, tan feo como una gárgola, con la piel dura y gris, nariz de boxeador, con los ojillos rojos muy brillantes. A pesar de todo esto, siento una gran atracción hacia él... en fin, esa especie de demonio me agarra por las caderas con sus... garras y me penetra imperturbable con su miembro que también es raro, frío y como si estuviera forrado de cuero gris; luego, veo que extiende su dedo índice delante de mis ojos y con una uña larga y curvada como la de un ave me va empujando lentamente hacia el abismo hasta que quedo colgando -Karla gesticulaba con las manos intentando que él compartiera sus sensaciones –en el vacío, solo sujeta al mundo por su pene que, afortunadamente, es cada vez más recio y consistente.
-Mmm... como el mío? ¿notas como roza tus nalgas?
-Sí, lo que noto es el caso que me haces, tontaina.
-Siiiigue....
-Bueno, pues estoy empalada y todo el mundo que veo a mis pies empieza a girar como una ruleta, incluso fugazmente pienso que voy a ser lanzada como la bolita para caer en un número aleatorio pero no. Creo que el ser espera que yo elija un lugar pero como no lo hago se levanta un viento fuertísimo que me golpea y zarandea de aquí para allá y todo mi cabello también va de un lado al otro como las ramas de un árbol. No tengo miedo de caer porque su miembro ha pasado a ser parte de mi cuerpo, una especie de cordón umbilical que me une a él, entiendes? En fin, el caso es que, de repente, empiezo a notar como el cacho pene que está dentro de mí, empieza a calentarse y yo, que veo su capullo al rojo vivo a través de la piel de mi vientre como una linterna tras una sábana, al mismo tiempo, voy recuperando mis sensaciones corporales que hasta ese momento no parecía que estuvieran muy presentes... y bueno, ya sabes... la calentura me sube, toda yo me siento un gran coño y empiezo a desear que el tipo me folle como es debido, mmm... pero aaah... el muy cabrón me raciona el placer esperando controlarme o no se qué y entonces yo le digo que me voy a despertar y que el que se va a joder será él; pues oye, increíble, jajaja, ante su sorpresa (y la mía) eso es lo que pasa. ¿Tú crees que significa algo, eh?
Al no haber respuesta se dio la vuelta para mirarlo. Pues sí, se había quedado frito, el tío. Tendría que haberlo advertido antes, por la respiración que recibía en la nuca, por ejemplo, que era demasiado regular. Karla lo observó casi roncar y empezó a imaginar formas de despertarlo que incluyesen penetraciones anales violentas, testículos estrujados, azotes dolorosos y otras diversas torturas absolutamente merecidas pero, lo que son las cosas al amanecer, en vez de eso, se acurrucó en su regazo y con un suspiro se dispuso a continuar durmiendo.

martes, 28 de julio de 2009

15. De Cuento

“Bésame -dijo el sapo a la hermosa joven –y me convertiré en el más bello príncipe que hayas podido imaginar”.
-Jajaja. ¿Estás intentando decirme que si te morreo vas a cambiar de aspecto y de clase social?
-Dicho así... ejem... Lo que quiero decirte es que si me pruebas vas a alucinar porque te llevaré a través del tiempo y del espacio y bailaremos en las espirales del placer... podría ser tu psicopompos.
-¿Mi psicoqué? Mira tío, he quedado, lo siento. Nos vemos, eh? – y la rubia se levantó de la mesa del bar y se alejó rápidamente hacia la puerta mientras le enviaba un nervioso gesto de despedida con la mano.
En la mesa contigua, Karla cerró su libro y se giró para mirarle. No le desagradó a pesar de su expresión alicaída; se podía adivinar en él un punto salvaje que no terminaba de encajar con la ropa formal que llevaba puesta ni con la calma con que removía su café con leche.
-Hola. ¿Te importa si sustituyo en tus planes a Ricitos de oro?
El hombre no demostró sorpresa y apenas cambió su postura.
-¿No te da miedo irte con un extraño, mujer?
-Pues aun no lo he considerado; solo sé que me atrae lo que le has propuesto a ella. ¿Debería tenerlo?
Él no contestó pero uno de sus pies desplazó la otra silla de su mesa para que Karla se sentara mientras le dirigía una mueca socarrona.
-Me llamo Kar... –empezó a decir ella una vez instalada frente a él.
-Sshhh... nada de nombres predeterminados –dijo poniéndole los dedos en los labios. –Busca un nombre para mí y yo haré lo mismo contigo.
Karla sonrió aceptando el juego.
Y así empezaron a estudiarse uno al otro mientras saboreaban sus respectivas bebidas. Él se inclinó para poder olerla y ella le rozó la mejilla; él le mordió delicadamente el meñique y ella se agachó para verle la posición de las piernas y los tobillos.
-Tú me recuerdas un lobo, te llamaré Garú –dijo ella.
-Bien observado. Tú a mí, algo climático. Te llamaré Nuash -dijo él.
-Vale. Garú ¿qué propones?
-Que paguemos y ya que estamos cerca nos vayamos a bailar a la playa, Nuash.
-Supongo que eres consciente de que está a punto de llover y de que es tarde.
-Mejor, así no habrá humanos y el lobo podrá perseguir a su nube sin interrupciones.
Sin más pegas, ambos abonaron lo consumido y paseando por las callejuelas menos transitadas fueron dirigiéndose hacia el mar. El trayecto fue estimulante aunque ya les cayeran las primeras gotas pues les sirvió para observarse en movimiento y elucubrar si su ritmo corporal era compatible.
Cuando pisaron la arena, Garú, se desvistió de cintura para arriba, se descalzó y en seguida empezó a corretear de aquí para allá aullando al cielo encapotado. Karla, digo Nuash, siguiendo su ejemplo, también se fue quitando ropa dejándose la camiseta y las bragas para no incurrir tan pronto en un escándalo público y brincando cual gacelilla se acercó a la orilla para mojarse los pies. El agua del mar le pareció más cálida que la que le caía de arriba y ya estaba por meterse cuando vio a Garú acercándose a ella a toda velocidad a través de la lluvia cada vez más torrencial. Sintió súbitamente como el corazón le subía a la garganta y con un chillido comenzó a correr en dirección opuesta lo más rápido que sabía (que no era gran cosa, todo hay que decirlo). Notaba tan cerca su aliento... cambió bruscamente de rumbo con la esperanza de obtener alguna ventaja pero los gañidos a su espalda se encargaron de situar correctamente a su cazador. Corría y corría y el agua le chorreaba por la cara, se sentía desfallecer... asi que tomó la decisión desesperada de enfrentarse a Garú con todas las fuerzas que le quedasen. Cuando ya se iba a dar la vuelta, de improviso y sin habérselo propuesto, su temor se disipó al comprender que, de haber querido realmente atraparla ya lo hubiera hecho. Sintiéndose de lo más boba soltó una risilla y fue convirtiendo su movimiento descontrolado en rítmicos saltitos y pasos de danza como si ese hubiera sido su plan desde el principio. Nuash echó una rápida ojeada hacia atrás y vio al lobo intentando imitar su cadencia aunque lo hacía de una manera más impetuosa y agreste. Expansiva, se dejó llevar por su melodia mental y bailoteó como una loca bajo la lluvia con Garú saltando a su alrededor y las olas del mar como orquesta de fondo. Advirtió que las vueltas de él iban haciendose más y más estrechas y se dejo caer a cuatro patas justo cuando el gris plomizo del cielo daba paso al negro morado preludio de la oscuridad. Garú la montó sin muchas contemplaciones, como un animal, incluso notó sus dientes mordisqueando su nuca, pero en sus entrañas reconoció la enorme excitación que sentía: una flor de fuego alimentada con cada empujón de las caderas de él que cuando explotó fue como si lo hiciera un furioso volcán. Ante sus ojos, un relámpago partía en dos el firmamento. Gritó.
Más tarde, tendida a su lado en un refugio fortuito, abrigados y mientras hablaban, se lo confesó.
-Gracias por la caza, el baile y... la cópula, Nuash.
-Chico ¿por qué lo dices? Si yo también lo he disfrutado y... joder, estoy destrozada!
-No es fácil sobrevivir al lobo feroz.
-Bueno, pues no hay de qué. Aunque tengo que decirte que... al principio tuve miedo. No se que me pasó, fue irracional; te vi corriendo hacia mí y...
-Lo sé, pude olerlo -la besó. -Pero fue culpa mía por soltarme estando de mala uva. Menos mal que lo superaste a tiempo.
-¿Qué?
-Estuve aguantando todo lo posible pero ya estaba a punto de... morderte.
-En serio? -Karla se incorporó.
-Sí -parecía avergonzado, -a veces pasa cuando suelto a la bestia.
Se lo quedó mirando mientras imaginaba los distintos finales que podía haber tenido la historia. Tuvo un arranque de enfado.
-¡Perro malo! ¿Buscabas un domador o es que pensabas comerte a la caperucita rubia?
-Lo siento, Nuash. Fue su rechazo lo que provocó mi mal humor.
-Y qué? Eres lo suficiente adulto para soportar las negativas a tus deseos o por lo menos eso parece.
-Yo sí -dijo Garú con una pizca de angustia -pero mi parte lobo no.
A Karla, de golpe, se le pasó el cabreo y llegó la curiosidad.
-¿Tan diferenciados estais?
-Sí -reveló él apesadumbrado. -De hecho he estado en tratamiento hasta hace poco -la miró a los ojos con cautela -¿Te asusta saberlo Nuash?
Ella negó con la cabeza y le sonrió.
-Bueno, bien está lo que bien acaba. Y la verdad, tengo que reconocer que han habido partes que sí me gustaría repetir.
Karla se puso en pie y le ofreció su mano.
-Qué. ¿Volvemos a la civilización a comer perdices... y a dormir?

domingo, 28 de junio de 2009

14. La Cena

La cita era a las nueve en punto de la noche en casa de Cristina y Antonio. Todos los participantes tenían que asistir disfrazados y por supuesto con su papel aprendido (más o menos) ya que no era una cena normal sino que formaba parte de un juego en el que se debía averiguar quién de los invitados era el/la malvado/a asesino/a de la bella millonaria Camila Chucrut. La historia estaba ambientada en los años treinta y transcurría en la mansión de la finada a requerimiento del inspector de policía P. Jones que no podía permitir que nadie abandonara el escenario del crimen hasta la resolución del caso.
Karla llegó a las nueve menos cinco embutida en un vestido realmente de esa época que había pertenecido a no sabía cual antepasada materna. Incómoda, había dejado más de media cremallera sin cerrar (¡maldita moda de las cinturillas de avispa!) y esperaba que nadie se diera cuenta, primero porque que había colocado un gran lazo encima y segundo porque el vestido mostraba un generoso escote. Le abrió la puerta Antonio, perdón, Néstor, el mayordomo de la casa.
-¿A quién tengo el honor de anunciar?
-A Madame Beauvoir, evidentemente la vidente, como su propio nombre indica –dijo Karla riéndose. -Pero como se supone que llevo aquí todo el fin de semana, le diré, Néstor, que vaya cabeza la suya; vengo de dar una vuelta por el jardín.
En el interior del piso ya se hallaban la mayoría de los invitados aunque Karla no conocía ni a la mitad, claro que eso era parte de la gracia: comportarse según el rol que te hubiera tocado tanto con los conocidos como con los extraños. Se paseó entre ellos saludando a unos y a otros, poniendo los ojos en blanco o interpretando cualquiera de los típicos gestos que todos esperan de una médium de mediana edad. En el aire bullían conversaciones de todo tipo. Uno comentaba lo caro que le había costado no se qué, otro, disfrazado rutilantemente de femme fatal, explicaba en un corrillo el efecto que había causado en la gasolinera con las medias de rejilla, la peluca y sus zapatones. Otro más se le acercó y le hizo unas cuantas preguntas tipo “donde se encontraba usted entre las cinco y las cinco y veinte” que Karla contestó según su personaje. Ella hizo lo mismo; mezclando preguntas frívolas con las que le interesaban fue apuntando las respuestas de la gente en una pequeña libreta para luego poder sacar conclusiones. Sonó una campanilla.
-Queridos, podéis pasar al comedor y sentaros a la mesa –dijo Cristina, la anfitriona, en su papel de “la prima pobre pero guapa” de la muerta ya que lo de “honrada” aun estaba por ver.
La cena, aparte de para el estómago, era importante para el desenlace del misterio pues con cada plato cada personaje estaba obligado a revelar un poquito más sobre sus actividades más sospechosas.
Karla se hallaba concentrada en desentrañar las primeras pistas apuntadas cuando notó como algo, juraría que un pie, se introducía subrepticiamente por debajo de la falda de su vestido. Miró a su alrededor en busca de algo que delatara al/a atrevido/a pero como no vio nada extraño, tiró su tenedor al suelo como excusa para agacharse.
Debajo, efectivamente, mezclada con el resto del bosque de piernas y tejidos, vio la pierna en plena retirada de la aviadora que tenia sentada delante. Cuando se incorporó, la mujer le guiñó un ojo mientras se metía un rábano de la ensalada en la boca y lo mordisqueaba muy provocativamente.
Muy bien –pensó Karla, -acepto el reto. Volvió a tirar el tenedor y se metió debajo de la mesa yendo directamente hacia los bajos de la aviadora. ¡Mierda, llevaba pantalones de cuero ajustados! Aun así decidió manosearla lo que pudiera. Le bajó la cremallera y le puso el mango del tenedor contra el vientre para que notara el cambio de temperatura, dejándoselo ahí como recuerdo. Por las alturas se oyó una exclamación. Después le miró el matojillo de pelos apartándole un poco la tela de las bragas, mmm.. era pelirroja. Volvió a su sitio arreglándose el peinado.
-Pues no encuentro el tenedor, debe haber salido rodando –comento a su vecino.
-Toma el mío –le dijo la mujer aviadora mirándola a los ojos, -creo que a mí me han puesto dos.
-Gracias –respondió ella imperturbable cogiéndolo -¿nos conocemos?
-No creo, me acordaría. Condesa Meli a su servicio, madame.
-Encantada. Vera Beauvoir, vidente, para lo que necesite.
-Ah, la vidente... por lo visto estaba en el jardín cuando...
-Correcto. Me sentí un poco indispuesta y salí un momento para que me diera el aire. –Karla miró sus notas. –Y usted, condesa, según dijo se hallaba descansando en sus apo...
-Exacto. Tuve un vuelo un poco accidentado y estaba cansada.
Se observaron curiosas.
-Pues yo soy Mister Check, banquero –el vecino aprovechó ese lapsus para presentarse aunque ninguna de las dos le prestó la más mínima atención.
-Madame –dijo la condesa –me parece que usted oculta algo y yo lo voy a descubrir.
El tenedor de la condesa se estrelló contra el suelo.
-Hay que ver lo que resbalan estos cubiertos... –comentó antes de desaparecer bajo la mesa.
Casi al momento, Karla sintió como le hurgaban por debajo de la falda y le separaban las piernas. ¡Eh, un momento! ¿La tal Meli le estaba cortando las bragas? ¡Sí! Y algo frío le rozaba los labios... debía ser el dichoso tenedor. Karla se moría por mirar pero Néstor, “mayordomo-camarero y lo que se tercie”, había escogido ese preciso momento para ponerle el segundo plato y estaba esperando algún tipo de respuesta por su parte.
-Eh? Perdona, me decías algo? –le sonrió de una manera un poco forzada.
-Que si te quito la ensalada, casi no la has probado.
-No, déjala. Iré picando, gracias. Mmmmmm...
-Estás en la inopia, Karla. ¿Estás bien?
-Perfectamente. Nada, jeje, estaba... er... pensando en las pistas que tengo...
-Qué bueno que es este juego, verdad?
Karla vio por el rabillo del ojo como la condesa reaparecía en su puesto.
-Sí, me encanta.
Sus bragas asomaban por el bolsillo superior de la chaquetilla de la aviadora como si se tratase de un pañuelo.
Antonio se giró para hablar con ella lo que fue aprovechado inmediatamente por Karla para seguir abollando un poco más la cubertería de la casa aunque esta vez también cogió el trozo de pan que le habían puesto por si acaso. Ajá, la condesa volvía a tener el pantalón totalmente subido y cerrado. Pfff... se acercó de rodillas hasta ella, por segunda vez le bajó la cremallera y depositó unos cuantos besos en la cálida piel del bajovientre. Luego, se dedicó a hacer partículas diminutas de la corteza del pan y se las introdujo por el interior de las bragas comprobando que llegaran a estar en contacto con la zona más sensible del coño. La reacción fue inmediata y Karla volvió a su asiento riéndose bajito.
-Hay gente que pone más impedimentos de los debidos –anunció mientras atacaba la carne con saña.
-Sí –afirmó el banquero. –Fíjese que ahora tocaría explicar algunas cosillas más y no veo a nadie hacerlo. ¿Cómo vamos a descubrir al culpable sino se juega bien?
-Perdonen –dijo la condesa Meli levantándose –voy un momento al servicio. En seguida vuelvo –esto último se lo dedicó intencionadamente a Karla.
Cristina, desde su posición en la cabecera de la mesa, pareció que hubiera escuchado la queja del banquero porque pasó a informar a todos, o sea, casi a gritos, que la relación que tenía con su prima era perfecta salvo por la insignificante molestia causada por la costumbre de Camila de refregar por la cara su fortuna a sus parientes menos prósperos. Mister Check confesó que se había sentido muy dolido por la negativa de la finada a sus propuestas de matrimonio. Un tal Charlie, por lo visto el amante de Camila, también reveló que ella estaba a punto de dejarlo por otro. Lady Plomace declaró a su vez que ella lo pasaba fatal viendo a su novio tan complaciente con Camila. Madame Beauvoir, mientras observaba el extraño movimiento de la condesa sentándose en su silla, reconoció que, aunque había sido contratada para entretener a los invitados con una sesión de espiritismo, ya conocía a la difunta de casa del acaudalado Rock O’Feller, justo desde cuando se produjo aquel episodio del robo de diamantes. A continuación, la condesa Meli contó que había venido con la sana intención de pedir explicaciones a Camila sobre su implicación en el suicidio de su padre ocurrido hacía apenas un mes y Néstor, sirviendo los postres, o lo que es lo mismo, dando paso al siguiente nivel del juego, añadió a todo lo dicho que él pertenecía a la renombrada escuela de mayordomos que aprendían como asesinar a sus tiránicos amos con estilo.
Karla se inclinó con disimulo para poder ver a qué se habían debido los meneos de la condesa y descubrió que ésta había despejado el camino ya que tanto los pantalones como las bragas estaban por los tobillos y que apoyaba el culo directamente sobre la silla. Las dos se miraron maliciosamente y Karla tiró con entusiasmo el tenedor al suelo una vez más para poder ir a comerse su postre.
Los otros comensales, mientras tanto, comentaban sus impresiones cada vez más excitados ante la posibilidad de cada uno de ser el primero en averiguar la identidad del asesino. Todo respiraba tensión hasta que de repente sonó nuevamente la campanilla y Cristina, con el tono monocorde más propio de leer que de interpretar, comunicó a todo el mundo que sí, que ella era la asesina de Camila, que no soportaba sus modales y en resumen, que la envidia es muy mala y tal y cual.
Se produjo un silencio general de la gente, frustrada de golpe, que no entendía las razones de semejante discurso.
-¿He oído lo que me ha parecido oír? –preguntó Karla desde abajo sorprendida dejando de lamer.
-Sí –la condesa abrió los ojos y miró a su alrededor. –Cristina se ha vuelto loca y ha jodido el juego... y a la peña.
Antonio se acerco con cara de alucinado a su compañera.
-Pero Cristina ¿Por qué has dicho esto? Lo has estropeado todo, tía.
-Es que ya me estaba aburriendo... y quería proponer si nos íbamos a tomar algo ya.
Todos la miraron con una buena ración de odiofrustreflipeincomprensión.
-Pija caprichosa... –masculló de mal humor la ya ex condesa Meli. -¿Nos vamos madame?
-Sí.

martes, 9 de junio de 2009

13. A Distancia

-Juraría que lo había puesto por aquí.
-Es igual, madre, déjalo ya. Me voy a ir en nada..
-¿Queeee? ¿No te vas a quedar ni para tomar el té como las personas civilizadas?
-No tengo tiempo; aun tengo que conseguir el resto de cosas para la cena. Creía que tenías el vestido localizado.
-Yo también, Karla. Por lo visto, debí cambiar la caja de sitio en algún momento y no me acuerdo. Quédate para el té y mientras lo pienso.
-Ya veo. ¿De qué quieres hablar?
-Oh, de nada en especial; de ti, de mí... No puedes ir a casa de alguien y no dedicarle ni cinco minutos. Y no solo es por una cuestión de buena educación, nena, ya lo sabes. Aguanta la escalera que voy a bajar.
Una de las cosas por las que Mariona Faguany nunca dejaría de ser ella misma era por el caso que hacía a sus tiempos internos. La persona que se dejara arrastrar por el frenesí del mundo y sus exigencias estaba perdida; y según ella explicaba, era una lección aprendida de jovencita que le había ahorrado multitud de sinsabores. (Si no era para divertirse, claro, que una no era perfecta, entonces había que atenerse a las consecuencias).
Karla decidió rendirse antes de presentar una batalla que sabía que iba a perder.
-He conocido a alguien –dijo Mariona más tarde, entre sorbito y sorbito de una humeante taza.
-Oooh, tenía que haberlo imaginado. Cuéntame.
-Bueno... ha sido vía Internet.
-¿En serio? Pero habéis quedado para veros o algo?
-Ejem, va a ser un poco difícil, nena, vive en la otra parte del mundo. Aunque... nos hemos intercambiado fotos...
-Fotos... –repitió Karla, sospechando algo raro por como lo había dicho.
-Ejem, sí. Fotos descrunchcrunchnudos.
-Madre, deja de meterte cuatro galletas al mismo tiempo en la boca y habla claro.
Mariona suspiró.
-Pues mira hija -dijo con un tono de lo mas trivial -nos hemos enviado algunas fotos calentitas; unas en plan seductor, en otras salimos desnudos y otras diría que son directamente porno.
Karla la miró sin dar crédito.
-¿Sabes que la mayoría de las veces en Internet la gente no es quien dice ser, no? Madre, pueden haberse aprovechado de ti y luego, por ejemplo, colgar esas imágenes en alguna web de vete tu a saber qué, como mofa o no sé... puuuf, hay gente muy enferma!
-Ya lo pensé –dijo tranquilamente –no soy boba. Pero coincidió, básicamente, que estaba aburrida y que, por otro lado, no tengo que justificarme ante nadie. De joven nunca tuve problemas serios para mostrar mi cuerpo (un poco de vergüenza tal vez, nada importante) y solo por el hecho de envejecer como todo bicho viviente no voy a empezar con pudores y tonterías varias, por mucho que les pueda molestar a los snobs estetas o a los pseudoreligiosos. Y... además creo que estoy bastante bien para la edad que tengo; un poco más rolliza de lo que...
-Vale, mami, ya veo que lo tienes claro.
-¿Estás molesta?
-Pues un poquitín sí. No sé... creo que me perturba el hecho de que tú, mi madre, quedes expuesta ante... ante cualquier cretino descerebrado con las hormonas alteradas.
-Acércame tu taza que te la vuelvo a llenar. ¿Cuántas eran de azúcar?
-Dos. ¿En serio no te inquieta?
-Qué quieres, allá él con su conciencia si lo hace –Mariona se sirvió otra para ella también. -Dime una cosa, cielo: si tu estuvieras en mi lugar ¿estarías preocupada?
Karla enderezó su postura en el sofá.
-Bueno no, pero porque hubiera tenido cuidado de no mostrar mi cara y mi coño en la misma foto, por ejemplo.
-Me parece recordar que yo también he tenido en cuenta esa precaución aunque claro, con la calentura...jeje, una nunca sabe... tendré que revisarlo. ¡Aaah, qué bueno es el té en el momento adecuado!
-Madre, te estás riendo!
-Tengo que reconocer que la situación me hace gracia; he pasado momentos muy divertidos preparando las fotos a mi gusto, y también, todo hay que decirlo, él tiene mucho encanto y picardía. Y su voz... bueno, su voz es absolutamente lujuriosa.
-¿Cómo lo sabes? Que yo sepa, tu equipo informático no... ah, le diste el teléfono.
-Sí. Y gracias a eso, ayer noche tuve una masturbación guiada de lo más estimulante. ¡Qué placer! He dormido como un tronco.
-Como todas las noches, madre; tu siempre duermes divinamente.
Mariona miró a Karla por encima de la taza.
-Sé que contarte estas cosas a ti, que eres mi hija, puede producirte cierta conmoción pero es mi manera de decirte que no te preocupes, que me encuentro bien, que estoy entretenida con mis cositas.
-A veces, creo que preferiría una forma mas convencional.
-En serio? No por no expresarlo deja de existir una cosa, cariño. Soy una mujer vieja pero aun no estoy muerta y por lo tanto aun tengo deseos físicos mal que le pese a esta sociedad hipócrita. Y no solo tengo deseos, Karla, sino que estoy orgullosa y muy contenta de tenerlos.
-Ya lo sé, mami, y te quiero tal como eres. Además, joder, seguramente yo seré como tú cuando tenga tu edad pero...
-Pero como presionan con sus tonterías, no? Aay sí, es verdad. Cuesta tener las cosas claras, hay que ser muy fuerte y quererse mucho. ¡Anda! -Mariona dejó la taza de golpe en la mesa. -Acabo de recordar donde puse el vestido! Ven, vamos a mirar en el armarito del pasillo.
-Por cierto -dijo Karla levantándose. -¿Cómo se llama tu amante virtual?
-Brick.

12. La Excursión

La pendiente era pronunciada y el serpenteante camino que ascendía entre los árboles se volvía imposible de seguir con la vista. El grupo evaluó el esfuerzo y colocándose mejor las mochilas en las espaldas emprendió con resolución el ascenso. Durante un buen rato nadie dijo nada, concentrados como estaban en los pasos que iban dando y en controlar dentro de lo posible la respiración. 
-¿Falta mucho para llegar al... aarg, uuf... al refugio ese? – Judit, la primera en romper el silencio y con la lengua fuera, se detuvo. 
- Estoy hecha puré. 
Marta se volvió sonriendo. 
-Venga valiente... un esfuercito más! 
-A mi no me animes como... uurf... como si fuera... un perro, eh? 
-Ven aquí perrita linda! Arf, arf. Tengo una galletita... 
-Karlaaaaaaa.... mira tu amiga como me trata... 
Karla y Daniel, que iban un poco más atrás, se echaron a reír. 
Alan consultó el mapa. 
-Bueno, pues si no nos hemos equivocado, deberíamos ver la casa del amigo de Karla después de aquella curva. 
-Uf, menos mal. Pero que sepáis que sigo creyendo que tendríamos que haber esperado a que el coche estuviera arreglado para hacer esta excursión. 
-Va, no te quejes tanto y disfruta del paisaje, tía. 
-No lo puedo evitar, soy urbanita hasta la médula. 
-Judit -añadió Karla - míralo de esta manera: en realidad, cualquiera de tus sesiones de sexo es mucho más cansada que lo que puedas estar por lo andado hoy. 
-Sí, pero tienen una compensación inmediata, listilla. 
-Si es por eso, yo me ofrezco aquí y ahora para solventar ese detalle. 
-Gracias, Daniel. Ya me había advertido Karla que vosotros erais muy amables – a alguno se le escapó la risa. - Pero con la rasca que hace no se si estoy muy dispuesta a quitarme la ropa. Por lo menos aun. 
-Oh-oh. – Alan señalaba hacia delante. 
Todos se giraron hacia él y luego hacia donde indicaba. 
-Mirad, supuestamente, esa es la casa. – su brazo descendió un poco más. –Y eso... parece un precipicio. Justo entre nosotros y.. nuestro destino. 
-No jodas! En serio? -Cagonlaputa! -Eeeh mierda! Que no solo Judit está cansada... 
Los comentarios iban desgranándose mientras Alan adquiría un aspecto desolado. 
-Lo siento... 
-Ni se te ocurra sentirte responsable –dijo Karla. -Yo fui la que me emperré en venir por este camino. 
-Bueno, que vamos a hacer? 
-Yo seguiría –continuó ella después de observar un rato la brecha. –Si os fijáis, aquello de allá parece un sendero que se adentra en... lo que probablemente es el clásico riachuelo bordeado por algunos matojos, algunas miserables zarzas y demás. Bah! no creo que sea muy difícil atravesarlo. 
Al rato estaban los cinco haciendo equilibrios para no resbalar y caer al agua, para no pincharse con cualquiera de las abundantes zarzas, para no despellejarse las manos con los bordes afilados de algunas rocas, para... 
-Sí, facilísimo, ya lo veo –masculló Daniel mientras se contorsionaba de forma imposible para evitar que su piel pareciera un mapa a causa de las espinas. -Tengo la impresión de estar en una selva y no poder salir... 
-¿Alguna de las múltiples chuches que hemos estado picando estaba en mal estado? –dijo Marta de pronto. 
-¿Por qué lo dices? 
-Bueno, me ha parecido ver una mujer desnuda entre aquellos árboles... 
-Eso lo dices para animarme. –Daniel sonrió. 
-No, no, en serio. Mas o menos a pocos metros de las dos de Karla. 
Todos miraron en esa dirección. Karla, ayudándose con ramas, se fue acercando a la zona señalada. 
-Por aquí el terreno está un poco mejor, no hay tanta zarza -informó -y acabo de ver una pequeña entrada a una cuev... Hola. 
-Hola. 
La voz desconocida despertó inmediatamente la curiosidad del resto del grupo que estiraron el cuello para ver mejor mientras se daban prisa por llegar procurando no descalabrarse en el intento. 
-¿Qué hacéis viniendo a la reunión por la parte trasera de la cueva con lo fácil que era por delante? –preguntó la mujer. -Tiene que haber sido la hostia llegar hasta aquí. 
-Ya ya –dijeron Marta, Daniel, Alan y Judit mientras se desprendían restos de vegetación adherida a la ropa y a la carne. 
-Venga, entrad ya, que estábamos a punto de comenzar. 
Y sin mas preámbulos, los condujo al interior de una espaciosa cueva iluminada por algunas grietas que dejaban entrar la claridad exterior y también, en menor medida, por la hoguera central de un corrillo de hombres y mujeres desnudos. 
-Bienvenidos. 
La “sacerdotisa” que parecía llevar la voz cantante o la responsabilidad de que todo fuera bien, una morena de ojos claros, se había dirigido a ellos desde su posición en una roca más elevada. 
-Perdonad que no me entretenga en las presentaciones; habéis llegado un poco tarde y debemos comenzar ya. Desnudaos y dejad que los acólitos os unten con los óleos. Podéis dejar vuestras pertenencias junto a las nuestras en aquel rincón de allá, al lado del catering. Chicos -miró a los del corro, -saludad a los amigos de Txema. 
Varios holas de distintos calibres y tonos resonaron en las paredes de piedra mientras un hombre y una mujer, cargados con frascos de aceites perfumados, se acercaban a ellos y comenzaban a frotarles las partes del cuerpo que iban quedando a la vista. 
-Bendita suerte y bendita confusión –murmuró Daniel con ojos brillantes a Karla. –Espero que los verdaderos amigos de Txema tarden unas cuantas horas en llegar. 
-A mí, esto me recuerda una reunión tipo wicca pero sin tanta prosa –añadió bajito Alan desde el otro lado mientras se dejaba masajear con aceite los testículos, -¿sabéis? Uno de los cultos a la diosa madre de los paganos modernos. 
-Sí, qué genial! me parece que nos hemos metido de cabeza en un aquelarre –dijo Marta entusiasmada. –Hace tiempo que tenía la ilusión de participar en uno. ¿Os lo había comentado? 
La voz de la sacerdotisa llenó de golpe todo el espacio. 
-¡Oh Diosa! ¡Madre orgiástica! Desde este útero de piedra, tus hijas e hijos con los ojos llorosos, las bocas babeantes y las vulvas y penes lubricados, esperamos ser instrumentos activos de tus designios para que éste sea un mundo mucho mejor. ¡Que empiece el rito y que fluya el amor! 
- Amen. –contestaron algunos, muy risueños, para inmediatamente lanzarse a besuquear a la persona que tuvieran más a mano. 
Karla observó como armónicamente se iba montando una especie de organismo vivo, un puzzle danzante, compuesto por multitud de extremidades que iban y venían y notó como le subía la temperatura corporal. En el mar de carne descubrió a Judit que sonriente le hacía gestos con el brazo instándola a sumergirse con ella y entonces sintió su deseo crecer, ardía por fundirse con ellos, ser una con todos. Le dirigió un asentimiento de cabeza pero se encaminó hacia la parte del ser donde se hallaba la sacerdotisa. Se agachó para estar a su altura. En el proceso fue abrazada, acariciada, besada, lamida y penetrada. 
-Hola, perdona ¿qué habéis puesto en el aceite? –preguntó suavemente al mismo tiempo que alguien le masajeaba las nalgas. 
La morena la miró atentamente. 
-¿Cómo has podido notarlo? Es un compuesto de un psicoactivo pero muy, muy, muy sutil. Casi no lleva nada, te diría que solo estimula lo que ya existe. 
Karla devolvió parte de los lametones que recibía por la izquierda. 
-Fui yonki, tal vez por eso aun me quede cierta sensibilidad hacia las drogas. 
-Pues no te preocupes, soy médico y se de lo que hablo. Además –añadió con un movimiento de cejas -¿qué tipo de aquelarre es aquel que no tiene el caldero de las brujas? ¿No te lo dijo Txema? 
-Mmm... no. Solo le interesaba saber si teníamos los controles sanitarios al día, supongo que igual que todos los participantes de esta... velada. 
-Sí. 
Las dos mujeres, a cuatro patas, se miraban evaluándose mientras se dejaban hacer. 
-¿Cómo te llamas? –preguntó al fin Karla, conciliadora, entre suspiros de placer. 
-Celeste. 
-Mmm... pues que apropiado –murmuró acercando su boca a la de la sacerdotisa y rindiéndose ya ante la fuerza arrolladora de las sensaciones. 
En el exterior, la linea de montañas del horizonte tambien acababa de tragarse al sol.

11. Relaciones

Con un enérgico movimiento, Karla se subió encima de Raúl, tumbado boca arriba en el parquet del comedor.
-Ahora eres mío –dijo sonriendo mientras hacía presión con los muslos para inmovilizarlo.
-Aaah! Me estás chafando la manooo...!
-¡Que excusa tan burda! No te voy a soltar – e inclinándose le introdujo la lengua hasta las amígdalas.
-Está bien, vale... has ganado. Soy tu humilde esclavo.
-No, hoy nada de jugueteos de esclavo sexual. Quiero que me hagas un pequeñísimo favor.
-Uuuy, te temo. ¿De qué se trata?
-Je je, se trata de Olga que...
-Olga... ¿es aquella amiga tuya gorda, paranoica, charlatana y madre de dos niños a cual peor?
-No. Es aquella amiga mía curvilínea, atenta, comunicativa y madre de dos niños muy vitales.
-Ah perdona, a esa no la conozco.
-Pues a ella le caes muy bien.
-Ni hablar, sea lo que sea me niego.
-No puedes, el juego es el juego. Y... ¿no eras tú el que decía que para un viaje cualquier maleta vale?
-Ah, o sea que va de follar, no? Eso me tranquiliza.
-Déjate de sarcasmos y escucha.
Karla se acomodó sobre él besuqueándole el mentón.
-Olga está fatal. Después de dos meses de que sí que no, se separa del marido; hace ya una temporada que se encarga ella sola de los gemelos y como va tensa tiene broncas en el curro... y en todas partes. En fin, una mala época del copón, y claro, está a punto de explotar la pobre. –Ahora le reseguía delicadamente la línea de los labios con la yema del dedo índice. -Quisiera que esta noche la pusieras a tono. Que le sobaras a fondo esas enormes tetas que tiene. Que te sumergieras en ella como si fuera una piscina de carne... -Le tanteó el lóbulo de la oreja con su lengua. –Y que también le hicieras muchos mimitos. No te lo pido como parte del juego, sino porque tú eres parecido a mí en esto y sé que, en un momento dado, te da igual ocho que ochenta.
-Si no es parte del juego me podría negar...
-Cierto, pero no te lo recomiendo en absoluto. –Karla le dirigió una mirada desafiante y exagerada. – Sobre todo si tienes esperanzas de que te haga...
-Uuuuh.... amenazas. Debe importarte bastante el asunto.
-Bueno, no soy perfecta.
Raúl la abrazó tiernamente y la besó en el pelo.
-Está bien, lo haré.
Karla se incorporó sentándose sobre los genitales de él. Se introdujo la punta de la polla y muy lentamente se fue empalando hasta el fondo.
-Tengo que decirte que... – el ritmo de la respiración de Raúl empezó a variar. – que ya me he enrollado con Olga... anteriormente... mmm... hará como... tres, no... cuatro años mas o menos... y que... uuhg...
Karla le había deslizado la corbata de seda en el cuello desnudo mientras él hablaba y que tras hacerle un nudo corredizo la utilizaba como riendas de su circunstancial montura y como ayuda para su controlado movimiento pélvico.
-... y que en realidad me gusta... aunque no se si yo a ella...mmm... porque me trata... me trata mal, joder. Es muy arisca conmigo... ¿Por qué me miras así de raro?
-Aaay... como sois los hombres a veces...
Desenganchándose del miembro de Raúl, se dirigió al lugar donde reposaba el artefacto de doble uso y se lo colocó atándose bien el cinto a la cadera. Con movimientos sinuosos para poder apreciar lo que llevaba metido se arrodilló delante de él.
-Media vuelta bonito, te la voy a clavar... de tal manera, que no vas a poder cerrar los párpados en una semana.
-Tan romántica... –masculló Raúl como para sí. Sin embargo se puso a cuatro patas esperando el embate.

Más tarde Karla hablaba con Olga por teléfono.
-Pues sí, te aseguro que él no tiene ni idea. No me grites, joder… Que sí, que se pasará por tu casa a eso de las diez, diez y media...
-Gracias... Ay! Estoy tan nerviosa...
-Me imagino -Karla suspiró. - Es un tema... mmm... arduo... y que lo llevas arrastrando desde hace mucho tiempo.
-Sí, ya lo sé. Pero sabes que soy orgullosa...
En el otro lado de la línea hubo unos momentos de silencio y luego un repiqueteo de dedos contra madera.
-Olga ¿se lo vas a decir, verdad?
-Sí, claro, claro. Para eso quería que viniese.
-Bueno, y cómo lo vas a hacer?
-Le emborracharé un poquito, le sentaré en el sofá por si le da un yuyu, sacaré a los niños y le diré: “Cariño, ¿no notas algunos parecidos entre tú y mis hijos? Eso es porque eres su verdadero padre! Felicidadeees...!
-Noto cierto histerismo en tu voz...
-En serio? No lo había notado.
-Bah! Seguro que todo saldrá bien, es un buen tío.
-Lo sé, lo sé. Pero yo tengo tendencia a que se me cumplan las leyes de murphy estrictamente.
-Jajaja, mañana me cuentas.
-Ok. Me voy pero ya mismo a hacerles la cena a éstos, que no veas lo pesados que se están poniendo... además están cogiendo un resfriado, seguro, porque... bueno, besitos Karla. Ya te llamaré. ¡Tú! Deja eso inmediatamente! ¿Qué te he dicho...
-Chao. No te estreses demasiado, cielín.
-Muac!
Clic!

10. La Deuda

Karla estaba empapada aunque esta vez, para variar, se debía a una cuestión meteorológica. La lluvia la había pillado de sopetón y sin paraguas paseando por Breu, el pequeño pueblo de montaña de donde era originaria su familia materna. Joder! Tenía que habérselo imaginado ya que no se había cruzado con nadie en media hora como mínimo y ahora, si la hubieran estado observando, se estarían riendo un montón de la panoli de ciudad que no sabía interpretar los signos del cielo. Intentó divisar un bar, un soportal o algo donde guarecerse pero no parecía que fuera a tener suerte.
-¡Mariona Faguany, venga para aquí!
Se giró rápidamente al oír el nombre de su madre.
Un pesado portalón de maderas irregulares se había abierto dejando ver a un anciano armado con un paraguas grande, negro y un pelín desvencijado que salía a su encuentro y le hacía señas para que se acercara a él. Karla dudó un instante pero viendo que el hombre no vacilaría en meter sus zapatillas en el barro, aceptó la invitación dando las gracias aunque pensando si no se estaría equivocando metiéndose en casa de algún viejo senil con intenciones aviesas.
-Toma esta toalla, niña –dijo una vez estuvieron a resguardo. -Puedes dejar tus vestidos mojados delante de la chimenea. Ahora te bajo algo de ropa seca.
Luego había puesto un mantel de cuadritos rojos y blancos en la mesa y le había ofrecido pan, fuet, queso y vino blanco para posteriormente sentarse en silencio delante de ella observándola comer.
-Esto... ejem... –se obligó a decir al cabo de un rato -yo no soy Mariona, soy...
-Lo sé. Aun no chocheo. Debes ser una de las hijas... te pareces mucho.
-Sí. Soy Karla, la segunda.
Era agradable sentir a los elementos tan cerca, el agua furiosa contra los cristales y el fuego crepitando juguetón entre los troncos de la chimenea. Un escalofrío de placer le recorrió la columna y sin más se sintió tan cómoda como en casa.
-Perdón ¿y usted es? Igual mi madre me ha hablado de usted y le puedo decir que lo he conocido.
-Mi nombre es Guillem, Guillem Guirinou, aunque ella y sus amigas me llamaban Gigi -suspiró profundamente. -Fui su profesor de matemáticas.
-Gigi... Gigi l’amoroso y mates... no parece que pegue mucho. ¿Acaso me estoy perdiendo una buena historia? –Karla dio un sorbito al vino.
El viejo sonrió mientras se levantaba para poner un disco de vinilo en un aparato digno de un anticuario.
-Todas las historias que conozco relacionadas con Mariona Faguany son cuanto menos chocantes.
-Pues me gustaría conocer ésta, si no tienes inconveniente. ¿Qué has puesto?
-Quadrophenia de los who.
Se volvió a sentar y se sirvió vino.
-Parece que esta tarde lluviosa invita a las confidencias y a rememorar el pasado -bebió un poco del vaso y sonrió. –No, no tengo problemas en contarte la historia. Por cierto... ¿estas cómoda?
-Sí. Tu ropa me viene ancha pero es mullida y el pica-pica y el vino están buenísimos así que estoy en excelentes condiciones para escucharte.
-Me alegro. Esta historia, en realidad, debería contártela ella, porque yo tengo una visión muy limitada de sus... triquiñuelas. En fin, todo empezó cuando Mariona Faguany cumplió 15 años y decidió que ya era hora de dejar de ser virgen.
“Yo daba clase en el único colegio que hay en esta zona, a cuatro kilómetros de aquí. Con mis 27 años y mi carácter... mmm... sociable, era uno de los profesores favoritos de las alumnas y de alguna de sus madres. Por supuesto, Mariona asistía como cualquier chica de su edad. Recuerdo la calurosa mañana en que se le cayó un papel en clase de lo que yo supuse que eran las típicas chuletas para el examen siguiente ya que estábamos a final de curso.
-Señorita Faguany, deme ese papel.
-Gi... profesor... le aseguro que no tiene nada que ver con... las clases.
-Démelo y no quiero volver a repetírselo.
La vi acercarse contrita y resignada y alargarme un folio doblado. Convencido de haberla pillado in fraganti le eché una ojeada superficial pero lo que vi me sorprendió. Era una tabla sinóptica sobre hombres, a favor, más a favor, en contra, más en contra y pp numerado. La lista era larga.
-¿PP?
-Preferencia Personal.
-Muy bien, a la una y media la quiero ver en la sala de tutoría.
Tienes que saber que un planteamiento así, en aquella época gris en que aun vivía el dictador, era muy extraño. Sobretodo viniendo de una mujer.
Mientras la esperaba solo en la sala, volví a sacar el papel y lo estudié más a fondo. Como conocía perfectamente como me llamaban las chicas no me costó nada descubrir mi nombre listado por orden alfabético detrás de un tal Fer.
Gigi. Experiencia. Morbo. Mucha competencia. Edad legal. 9.
Uuf, mi puntuación era de las más altas, no sabía si sentirme halagado o preocupado.
La puerta se abrió un poquito y Mariona se asomó preguntando si podía pasar.
-Adelante.
Lo que escuché a continuación aun lo recuerdo como algo extraño y surrealista. Mariona se acercó muy seria y comenzó a explicar algo sobre... Olía a alcohol.
-Mariona ¿has bebido?
-Solo un poco de agua del carmen, para coger valor, (he dicho que estaba mareada), porque yo, en realidad y aunque no lo parezca, soy muy tímida, y tal como le estaba diciendo, aprovechando que estamos solos, quería que supiera que he tomado la decisión de perder la virginidad, como habrá podido deducir si ha leído el papel que le entregué en clase. Pero no estoy borracha, sé perfectamente lo que hago y lo que digo ya que he analizado el tema desde diversos ángulos, porque sé, bueno, me he enterado, que es importante que la primera vez resulte satisfactoria para que el resto de tu vida... no, no diga nada, déjeme acabar por favor; el caso es que lo he elegido a usted para tal cosa, ya que me parece que posee la experiencia necesaria, o por lo menos esa es la impresión que da, jeje. Mmm... a ver, que más... Ah, sí. No se crea ni por un momento que estoy enamorada de usted ni que le voy a importunar como mis amigas con requerimientos emotivos extraños. Una vez haya sucedido eso le prometo que jamás voy a dar sospechosas muestras de interés por usted excepto, claro está, las justas en las ocasiones puramente formales y por educación. Bueno, pues ya está todo dicho. Creo. Ejem... que... que le parece? –Mariona hizo un movimiento brusco y tiró unos libros al suelo. -Uuy que torpe soy, lo siento.
“Yo estaba perplejo, con la boca abierta, intentando comprender la verdadera dimensión de lo que ella estaba proponiendo y sus implicaciones. Sonaron unos golpes y apareció por la puerta otra alumna con la sonrisa forzada.
-¿Qué... qué quieres Roser?
-Oh, perdón profesor Guirinou, pero me parece que el señor director está buscando a Mariona.
Ella puso cara de fastidio.
-Bueno, no diga nada aun –dijo Mariona bajito. –Esta tarde pasaré por su casa.
-Gracias, señor profesor –dijo en alto.
A continuación, recogió sus libros y salió como una exhalación. La puerta se cerró a sus espaldas. Solo más tarde caí en cuenta del “me parece” que se le había escapado a Roser. ¡Caray! Estas adolescentes eran tremendas...!”
-Jajaja, ¡Un brindis por mi madre! –Karla alzó divertida el vaso de vino. -¿Se presentó aquí por la tarde?
-Vaya que si se presentó! Tu madre no solía maquillarse ni llevar ropa ajustada, pero esa tarde se había esmerado en presentar un aspecto atractivo, un poco exagerado con la pintura tal vez, pero estaba claro que era debido a la inexperiencia. Lástima que esa tarde también lloviese... cuando abrí la puerta vi a una Mariona calada hasta los huesos porque, claro, ella era capaz de pensar en múltiples ardides de lo más complejos, pero en un simple paraguas...
-Oops, de tal palo... –dijo Karla identificando de pronto la misma situación.
-Sí, veo que lo vuestro es una cuestión de genes... en fin, hice lo mismo, le ofrecí secarse al calor de la chimenea, le ofrecí algo de beber, y le dije...
“-Mira guapa, no te creas que todo es tan fácil; aun tienes un trabajo por hacer: tienes que seducirme. –Y me tiré impávido en el sofá mirándola fríamente a los ojos.”
En realidad, en mi fuero interno, esperaba que este trato la hiciese dar marcha atrás. ¡Qué iluso! Se puso roja, eso sí, pero se levantó sin decir nada, puso música y empezó a desnudarse lentamente mientras bailaba. Se notaba la falta de práctica pero le ponía tanto empeño... que no pude resistirme. Al rato estábamos enzarzados besándonos, tocándonos, ahí, delante del fuego. Y luego, la desvirgué. Como ella quería. De manera dulce y brutal al mismo tiempo.”
-Oh qué guay! –dijo Karla con un suspiro. -¿Alguna vez te arrepentiste de haberlo hecho?
-A la media hora, cuando sonó el timbre de la puerta y era uno de sus hermanos que la estaba buscando por todo el pueblo porque entre pitos y flautas eran las once de la noche.
-O-oooh
-Pero no hubo ningún lío, jeje. Mariona se vistió muy rápidamente y salió por la puerta de atrás, la que da al huerto. Afortunadamente ya no llovía y pudo regresar a su casa sin problemas –el viejo se acabó de un trago su vino. –Y cumplió su palabra: jamás dio muestras de que hubiera habido algo entre ella y yo, ni tampoco nunca volvió a sacar el tema conmigo.
-Qué bien, no?
El anciano parecía triste.
-Sí, magnífico.
Karla se lo quedó mirando.
-¿Sabes qué? Si me dejas me voy a quedar contigo esta noche, aunque tal vez solo sea para contarnos historias delante del fuego. Déjame hacer una llamada para avisar y ya está.
Cogió el móvil y se apartó lo suficiente para poder hablar tranquila.
-¿Madre? soy yo. Sí, tal cual me dijiste. Sí... en realidad fue él el que me encontró, ya te contaré. Se le ve bien y te recuerda. No sé como era antes pero aun tiene... encanto. He decidido quedarme aquí esta noche, así que... si tuvieras un cierto sentimiento de... bueno, ya sabes; en ese caso, creo que vas a poder considerar tu deuda de amor saldada.

9. Un Viaje

Karla apoyó la cabeza en el respaldo y miró por la ventanilla. Los rayos del sol acariciaban el (aparentemente compacto) campo de nubes que se extendía ante sus ojos. Seguramente abajo estaba nublado. Entrecerró los párpados y se dejó llevar por ese estado semi-onírico producido por tener que permanecer sentada escuchando el runrún de los motores del avión. Como siempre que volaba se imaginó saltando de nube en nube y dando volteretas sin ningún tipo de constricción física. Tuvo ganas de tocarse, no tanto por calentura como por constatar su corporeidad después de tanto salto por los aires y se colocó las manos entre las piernas con ademán protector.
-Hftsrdnshita ¿pheusrsvnkia hwbkdhu jab gsbscrjtosy?
Karla tardó un rato en darse cuenta de que le estaban preguntando a ella. Abriendo los ojos de golpe intentó prestar atención al tipo que la interpelaba.
-Perdón ¿me decía algo?
-Sí senioguita, le desía que si podía sentagme a su lado ya que veo que están vasios los asientos... si no le molesta, clago.
-Sí, claro, por supuesto -le sonrió. -No hacía falta preguntar, pero gracias.
Karla había puesto su chaqueta y una bolsa en el asiento de en medio pero el que daba al pasillo estaba vacío y ahí se sentó el hombre que, a continuación, se sintió obligado a explicar las razones del cambio.
-Uuf, ke alivio... mi había tocado al lado un... putuninio... ¿se dise así? muy pessado... –se dio unas cuantas palmaditas en los pantalones a la altura de la espinilla.
Karla le dedicó una diplomática sonrisa y se giró otra vez hacia la ventana con la remota esperanza de que el tipo pasara de ella. Pero no.
-Mi pressento, Stanis Messtous pego llámeme Stan –le extendió la mano cordialmente.
-Karla Moore –ella hizo lo mismo.
-Car l’amour?
-Están mes tous?
Ambos se rieron.
-La entiendo, no se crgea. Mi amiga catalana disse que soy un hombrge muy confogtable...
Karla le observó más detenidamente. No era muy alto, con melenita rubia de pelo poco denso y lacio y con una constitución tirando a gordito firme (sí, en contraposición al gordito fofo). Seguramente así de buenas a primeras se le podía describir como un tipo jovial. Si fuera una fruta sería una manzana reineta.
-Ahá, le apetesse jugag Kagla?
-A qué?
-Se me ocuggen algunas cosas muy divegtidas –dijo apreciándola de arriba abajo con la mirada –pego como no va a kegueg, podemos jugag a bagquitos, pokeg, o cualquiega ke prgoponga; yo aprgendo gápido.
-Bueno, para empezar no están mal los barquitos, luego... ya veremos; aunque hoy no estoy muy sociable. ¿Tienes papel?
-Clago, tengo de todo.
-Yo también.
-Ya lo veo.
-Jejeje, empiezas tú, va.
-Mmm... C7. ¿Y a ke te dedicas Kagla?
-Agua. B2. Trabajo en una empresa organizadora de actos pero básicamente me dedico a disfrutar de la vida. ¿Y tú?
-Oh, que suegte! Tocado. Yo toco el ukelele en fiesstas y en pequenios localesss... y tambien intento disfrgutag lo posible. ¿Kiegues una demostrgasion?
-¿De qué?
-JAJAJA, de lo que kiegas, pego me guefeguía al ukelele. Aunke...
-Venga. Si te dicen algo pasaremos a lo segundo. –Karla le sonrió de oreja a oreja.
Stan sacó rápidamente el pequeño instrumento de entre sus pertenencias, lo afinó un poquito y a continuación empezó a cantar a grito pelado. Por supuesto, en breves instantes había una azafata a su lado intentando de buenas maneras que dejara de molestar al resto de la humanidad.
-Señor, por favor...
-¡Essto ess un atrgopello! ¡Libegtad de exprgessión!
-Ya, ya, Stan. –Karla le puso una mano tapándole la boca. -Gracias azafata, muy amable, ya me encargo yo.
Mirándolo fijamente a escasos centímetros de sus ojos mientras se aguantaba la risa, Karla fue cambiando lentamente la mano por sus labios.
Al poco rato estaban enzarzados en una batalla de lenguas sin apenas tregua que duró casi hasta su destino. Una mano a un pecho, una caricia en la nuca, eran aderezos ocasionales.
-Buf! Miga como mi poness. –señaló el bulto de su entrepierna. -Egues tan fogosa como yo. ¿kiegues follag akí?
-No, que queda poco. ¿Hotel?
-Si kiegues... –dijo encogiéndose de hombros -pego tengo cassa aki en Paguís.
-Ok. Pues a tu casa.
-Pego antes déjame prgobag una cossita ke comprgé antes de salig.
Stan agarró su mochila de mano y rebuscó en el interior. Extrajo una cajita cubo en la que había un huevo plateado y un pequeño mando.
-Lo vas a estrgenag, Kagla.
-Dime... ¿qué tipo de persona se compra un aparato semejante para viajar?
-Ega una intuissión –sonrió. –Y ke el otrgo ke tenía en cassa se gompió.
Besándola nuevamente introdujo su mano por la cremallera abierta del pantalón de Karla y maniobrando lo más discretamente posible, le apartó las bragas y le colocó el huevo en la entrada del coño.
-Siento en los dedos ke no nessessitas lubrgicante. Voy a metégtelo ya.
Lo hizo presionando por la base, suave pero firme, hasta que notó los labios de la vagina rozando otra vez sus dedos reteniendo el huevo en el interior. Después apretó el botón del mando. Un bizzz y ella arqueó su espalda clavándole las uñas en los hombros; otro bizzz, los ojos se le enturbiaron y la respiración se le entrecortó.
“Señores pasajeros, rogamos se sienten en sus.... bla bla.... bla bla......”
-Bueno, no más bizzzes hasta cassa pego no te lo voy a kitag...
-Mmm... tu quieres que me muera de deseo, malvado...
-Y ahoga, si me pegmites un momento... mi orggullo prgofessional está en entrgedicho.
-Qué cabrón...! –susurró Karla desde el otro mundo.
Stanis volvió a sacar el ukelele, volvió a afinarlo, y cuando ya empezaba a acercarse de nuevo la azafata con la angustia pintada en la cara, comenzó a tocar una melodía arrolladora, alegre y divertida que a Karla le evocó una sobremesa al aire libre con amigos y cerveza y que él acompaño con su voz rasposa en un idioma ininteligible lleno de consonantes. El resto del pasaje de la clase turista debió sentir algo parecido pues la mayoría se puso a palmear siguiendo el ritmo aplaudiendo fuertemente al final de la canción entre el jolgorio generalizado. Luego, muy satisfecho de sí mismo, volvió a guardar su instrumento y se giró nuevamente hacia Karla esperando continuar su affaire justo en el punto en que lo había dejado.

8. El Cuadro

Karla había conocido a Don Esteban Riells en una galería de arte. En aquel entonces ella tenía 24 años y él 48 y fue una amistad de flechazo; como suele decirse, a primera vista. Los dos tuvieron esa sensación tan particular de “deja vu” al ver al otro, los dos quedaron absolutamente fascinados, y los dos confirmaron su empatía tras una animada conversación repleta de cafés y cigarrillos en la que cotejaron gustos, tendencias y puntos de vista.
Ya que los dos coincidían en su marcada inclinación por el sexo sin culpas ni complejos, al principio se habían hecho amantes y aprovechaban cualquier momento u ocasión para follar y deleitarse de otras múltiples formas. Exploraron juntos los límites respectivos y se reían un montón cada vez que se encontraban inmersos en situaciones estrafalarias, grotescas y/o surrealistas.
Don Esteban se convirtió en un maestro y en un compañero de juegos muy importante para Karla que no había comprendido realmente cuan insulsos habían sido sus otros amantes hasta entonces.
A nivel personal, D. Esteban tenía sus manías y cierta fama de excéntrico. Y en el plano del sexo, tres cuartos de lo mismo; así que al ir afinando sus preferencias, el propio transcurrir del tiempo los fue llevando por caminos cada vez más diferentes, sin perder, eso sí, la mutua confianza que sentían. Cuando lo necesitaban solían llamarse por teléfono, enviarse cartas e incluso panfletos y publicidad que les hubieran hecho gracia, o dejarse mensajitos en el contestador correspondiente.
Habían pasado dos años más o menos desde su última comunicación cuando el ordenador de Karla, que era nuevo, advirtió a su propietaria que tenía correo de un tal Esteban Riells.
-Vaya! –dijo leyendo el mensaje en la pantalla - Jajaja ¿A quien querrá sorprender? A ver, el martes a las ocho... me parece que no tengo ningún plan que romper... bueno. Espero que funcione la calefacción. –Lo releyó por si se le pasaba algo. – Duchadita... duchadita... ¿será idiota? esto no hacía falta que me lo dijera....
A las ocho en punto de la tarde del día indicado Karla llamaba al timbre de la casa de D. Esteban. Mientras esperaba, dio un vistazo a su alrededor. La casa estaba situada a las afueras, en la ladera del monte y tenía una vista espectacular de la ciudad.
-Hola Karlilla.
Ella se giró de golpe y se lanzó riendo a los brazos abiertos que la acogieron encantados.
-Impetuosa como siempre. – El rostro surcado de arrugas con unos ojillos vivaces que desmentían su edad sonreía de oreja a oreja. – Casi me tiras...
Se llenaron de besos y abrazos apasionados mientras pasaban al interior.
-Bueno, ilumíname. ¿Cual es el tema del cuadro? – preguntó Karla cuando ya se hubieron despegado uno del otro.
-Es...África. Un safari de principios del siglo 20, el cazador y su presa... ven, que te enseño la pared.
La condujo de la mano hacia el amplio salón donde había decorado una de las paredes con abundante vegetación tanto verdadera como falsa, pintado un fondo verde y añadido, ejem, algunos peluches.
- Jaja, que detalle más terrorífico. Quita al pato lucas, hombre, que no pega nada. Bueno ¿donde voy yo?
- Aquí. –dijo mostrándole unas cadenas que colgaban de una rama más alta y gruesa.
- Ya?
- Sí. Llegarán en un cuarto de hora, más o menos.
Karla se desnudó a toda prisa y juntando las manos se las ofreció con una mirada picarona para que la incluyese en el mural. Él, sujetándola de las muñecas, la alzó hasta encadenarla a la rama y luego se apartó para ver el efecto.
-Magnifica, estás para comerte. Mmm... ¿quieres que te ponga una máscara o te da igual?
-Si a ti no te importa, y lo digo por el rol, prefiero no llevar nada que me impida ver bien.
-Perfecto entonces. –sonrió. -Ahora quédate quietecita ahí mientras me preparo yo.
-¡Oh, pero qué gracioso! –masculló Karla desde su obligada posición.
No estuvo sola mucho rato. El timbre de la puerta fue el detonante de una actividad que ella fue siguiendo atentamente por los sonidos hasta el momento en que se abrió la acristalada puerta del salón y vio a D. Esteban dando paso a una pareja de hombres de mediana edad y a un joven con un cuidado look de modernillo rebelde. El anfitrión se había vestido con pantaloncito corto, calcetines hasta la rodilla, salacof y además una escopeta de juguete colgaba de su hombro. Karla respiró profundamente mordiéndose el labio para no soltar la carcajada. Los recien llegados intentaban dar la impresión de que estaban acostumbrados a ver exploradores de ese tipo todos los días al tiempo que aceptaban la invitación de sentarse alrededor de la mesita central para tomar algo, aunque su postura excesivamente envarada decía que no acababan de conseguirlo; y eso que aun no la habían visto a ella.
D. Esteban Riells se sentó de espaldas al mural con la escopeta cruzada encima de las piernas después de guarnecer la mesa con toda clase de bebidas.
-Sírvanse lo que deseen, caballeros.
-Je je, tiene usted una casa muy origi...
Vaya! Ahora sí. El chorro acabó en el mantel.
Karla bajó la cabeza pudorosamente mientras seguía observando de soslayo.
-Así que tenían algo interesante que proponerme ¿no es cierto? – D. Esteban inquirió, indiferente a las repentinas dificultades térmicas y de comunicación que experimentaban sus invitados, al hombre que parecía llevar la voz cantante del trío.
-Bueno... ejem, nosotros habíamos pensado... o sea, nuestra asociación... – se notaba que al pobre le costaba concentrarse. – ya que usted... es un escritor de prestigio y de nuestro mismo barrio, si querría, de alguna manera, apadrinar a... éste de aquí, Alex, un joven poeta muy del gusto moderno... – se giró hacia su pupilo como para indicarle que se presentara debidamente.
-Ajá, entiendo que...
-Por supuesto le gratificaríamos de la manera que usted guste, siempre que no exceda de nuestro presupuesto, claro.
El joven prometedor y el otro hombre miraban perplejos a Karla haciendo caso omiso a todo lo que no fueran esos casi imperceptibles devaneos que ella, generosa, dedicaba a los presentes. Un suave mordisqueo del labio inferior, un humedecerse con la puntita de la lengua, una ligera inclinación del pubis en dirección a ellos...
-¿Su presupuesto incluye a su protegido participando en espectáculos sexuales para mi placer?
- ¿Eh?! ¿Cómo?! – el hombre se atragantó.- JAJAJAJAJAJA... será broma...
- JAJAJAJAJAJA... No.
-Pero… pero… ¡Usted es un loco, un degenerado, señor mío!¡Vámonos de aquí inme…
-No, no, tranquilo tío. – por fin el joven recuperaba el habla. – Si solo se trata de que me folle a su putita aquí y ahora no tengo ningún problema en hacerlo.
-Yo tampoco. –añadió el otro acompañante.
-Eh chico, un respeto para la señorita. –D. Esteban se había incorporado blandiendo la escopeta y miraba con ojos brillantes a sus invitados. – Ella, para que lo sepan, pertenece a una de las mejores familias de la ciudad.
-¿Cómo?
-Sí, lo que sucede es que tiene ínfulas de novelista… - El Don sonrió como lo haría un lobo si pudiera. –Por supuesto no puedo revelarles su nombre pero les aseguro que esta experiencia será decisiva para su próxima obra...
-Oooh, ahora lo entiendo... – el joven miraba a Don Esteban con los ojos muy abiertos. – Usted es un genio incomprendido, amigo mío. Y... y maneja conceptos muy innovadores para exprimir la esencia de la vida y del alma humana, ¿no crees tío Luis?
-Si tu lo dices... – el primer hombre se había vuelto a sentar y se frotaba la frente.
-No hay duda. Además, qué importa un pequeño sacrificio si luego lo que se gana es...
El otro acompañante se dirigió muy respetuosamente a Don Esteban.
-¿Puedo? – dijo señalando a Karla.
-¿Tiene usted alguna aspiración a...
-Ninguna.
-Excelente, es toda suya, pero trátela bien. –le guiñó un ojo. A continuación, se encaró nuevamente con el poeta. -¿Entonces...?
El hombre se acercó lentamente a la pared donde Karla, que no había perdido detalle de la conversación, lo esperaba con expresión libidinosa estirando su cuerpo sensualmente hacia él.
Mientras tanto el poeta se definía.
-Me pongo en sus manos, amigo mío. ¿Qué debería hacer?
-Mmm... había pensado en uno de esos cuadros religiosos, por ejemplo un san Sebastián en el suplicio. Habría unos pequeños cambios, por supuesto, pero...
-Me parece una idea sublime. ¿Para cuando sería?
-Bueno, primero tendría que contactar con la clase de gente que le podría echar una mano. Aunque... ¿le importaría bajarse ahora los pantalones? Es para comprobar si... aaah, qué linda cosita...!
En el paisaje africano, Karla y el otro tipo se encontraban ya en pleno delirio sensorial intercambiándose frases tan poéticas como “métemela hasta el fondo, puto bastardo” o “te voy a dejar el culo como un bebedero de patos, zorra” mientras hacían peligrar toda la estructura del mural con sus arrebatados empujones.
El tío Luis bebía.

7. Amor Propio

Era lunes por la mañana y Karla estaba teniendo problemas para concentrarse. Suspirando, cerró otra vez los ojos y volvió a empezar. Mmm…. sí… ese hombre, tan terriblemente atractivo, con el cuerpo tostado por el sol, mmm… acercándose lentamente a través de las dunas… foulard y feromonas al viento…
Los ruidos estrepitosos provenientes de la obra del edificio de al lado la volvieron a sacar del ensueño. Joder! sí que era difícil quererse a una misma últimamente. Y no solo porque los enervantes sonidos del mundo exterior estuvieran en su contra…
Se incorporó y observó toda la parafernalia que tenía montada alrededor. Dildos, bolas chinas, consolador, lubricante, un stick de incienso encendido, la taza aun medio llena de té a la menta, la insinuante musiquilla que no servía para nada dado lo…
Ring! Riiing! Riiiiiiing!
Lo que faltaba, el teléfono. ¿Quién podía llamar tan temprano?
-Hola?
-Yolanda?
-No, te equivocas.
-Ah, perdón.
La discusión y posterior desavenencia con el tontolabas de Marcelo la estaba afectando más de lo habitual, no entendía la razón de porqué su cerebro se empeñaba en dar vueltas y vueltas al asunto y ya estaba empezando a encontrar fastidioso el tema. Vale que ella no tendría que haberse reído de él cuando tropezó con aquella silla, manchándose de paso la camisa de salsa de mostaza, pero había sido tan cómica la imagen, que no pudo evitarlo. Pfff… y es que tampoco era para tanto… Lo que pasaba es que él era un picajoso, hombre, un tío sin un ápice de humor. Siempre tan estirado, pendiente hasta la obsesión de que nada se saliera de su sitio… en fin, con tanto falso amor propio, que probablemente se sentiría muy pequeñito sin, por ejemplo, ese requeteplanchado traje oscuro que le servía de armadura… mmm, pues venga, ¡fuera traje! Y de paso también ¡fuera gafas! Karla se lo imaginó en ropa interior. Je je, apostaba que llevaba la típica y vetusta camiseta imperio, lo mismo que esos calzoncillos blancos, los de “toda la vida”. Se lo imaginó, así de esta guisa, y en diferentes posturas a cual mas ridícula, alguna con la corbata puesta en el cuello a modo de cuerda, alguna incluso arrodillado ante ella suplicando su perdón. Mmmm…. jajaja, seguro que el original de carne y hueso no actuaría así pero ni borracho; seguro que se quedaba quieto, con su pinta de oficinista conservador, cada vez más lívido y con los ojos desprendiendo rencor o quizás, quién sabe… lo que le iba era ataviarse con una hermética expresión mientras se quitaba la susodicha corbata y, rebelándose, la usaba para maniatarla, ponerla sobre sus rodillas y darle una tanda de azotes en el culo.
Karla fue consciente de golpe que se estaba tocando y que la imagen de Marcelo en acción la ponía caliente. ¡Vaya! Quien hubiera creído que para ponerse cachonda, mentalmente prefiriera al bobo real que al guaperas imaginario!
Aprovechó para acomodarse más mientras ponía en marcha el consolador y comenzaba a estimularse la zona del clítoris suavemente con él mientras que con la otra mano se acariciaba de forma pausada los labios, el cuello, los pezones… se metió un dedo en el coño y se lo llevó a la cara, frotándose delicadamente los orificios nasales, para depositar su olor allí y reconocer su calentura con el olfato. La respiración se le aceleró. Visualizó a Marcelo sentado a su lado inspeccionando con aire científico sus genitales, tocándolos con toda familiaridad, metiendo un dedo, dos, tres… sacándolos… mmm… Karla se introdujo en el ano uno de los dildos y le dio más velocidad al consolador. Una multitud de imágenes se agolpó en su cabeza sin orden ni concierto, visiones cada vez más insustanciales ante la creciente oleada de placer. La llegada del orgasmo le provocó el único gemido emitido en las últimas horas y sonó casi como el lamento quedo de un moribundo. Luego le dio la risa tonta mientras comenzaban los cinco minutos que habitualmente se permitía de relax y lasitud muscular absoluta antes de levantarse, acabar de desayunar y arreglarse para ir al trabajo. Los disfrutó imaginando nuevas y diversas maneras de hablar con Marcelo sin que resultase raro ni él sospechase que era objeto de alguna broma secreta. Porque era capaz, con lo paranoico que era. O no. Tal vez, lo mejor era hacer todo lo contrario. Hablarle como si hubiera sido él el que realmente hubiera participado, haciéndole guiños, veladas referencias, sonrisitas, así, como para volverle un poquito loco, jeje. Que lástima que el Marcelo original fuera tan sosainas porque sería genial echarse unas risas juntos. En fin, dentro de nada podría comprobar si surgía algún cambio ya que lo iba a ver en el curro.
Ring! Riiing! Riiiiiiing!
Venga, otra vez.
-Hola?
-Yolanda?
-No guapa, te vuelves a equivocar.
-Ah, perdón.
Una ambulancia circuló por la calle perforando los tímpanos y el sistema nervioso de todo el vecindario y parte del extranjero. Desde luego, la farragosa vida diaria en la ciudad y todo aquello de “quiérase usted un poco más viviendo en armonía y paz con el mundo”, no acababan de cuajar.