viernes, 29 de enero de 2010

21. A Dedo

Hacía calor. Bueno, no era un simple calor de tres al cuarto; de hecho, Karla notaba que su cerebro estaba a puntito de licuarse e ir a parar a la mas absoluta “nadidad”. Se había colocado una de sus camisetas como protección ocasional de la cabeza y eso atemperaba un poquito el demoledor ataque de los rayos solares pero como no la recogiera pronto alguien o le saliera al paso la sombra de un arbolillo donde resguardarse... Miró por enésima vez a su alrededor: carretera y planicie con campos de trigo, campos de trigo, carretera y campos de trigo, campos de trigo y a lo lejos un campanario. Esto era el sur. El interior del sur, al mediodía y en verano. ¿Podía existir algo más caluroso?
Un apagado runrún le hizo girar nuevamente y prestar atención al punto donde la carretera se juntaba con el horizonte. Entrecerró los ojos forzando la vista hasta que vislumbró, con ese aspecto de espejismo que tiene cualquier cosa que es mirada a través de los vapores que desprende el asfalto derritiéndose, un automóvil blanquecino que se aproximaba lentamente.
Karla alzó el pulgar.
El vehículo se tomó su tiempo para llegar, para frenar y para mostrar la salvadora cara de su conductor por la ventanilla.
-Hola, ¿hacia donde vas?
-Hacia adelante.
-Va, entra, antes de que pilles una insolación.
-Muchas gracias.
El hombre esperó a que Karla hubiera soltado su mochila en el asiento trasero y se acomodara en el que tenía a su lado para preguntar.
-¿Y como es que te encontrabas allí, en medio de la nada, y con este calor?
-Bueno... -explicó Karla acabándose de un trago una botellita de agua. -El tío del último coche en el que me monté decidió soltar lastre justo ahí.
-Pues que hijo de puta! Que pasó?
-Nada importante, que no quise follar con él. -Karla sonrió minimizando el asunto. -En realidad, no creo que quisiera hacerme daño. En vez de caminar siguiendo la carretera como una idiota, yo podría haberme dirigido hacia un lugar sombreado y esperar que bajase la temperatura antes de intentar continuar con mi viaje pero desconocía el poquísimo tráfico de esta zona y mira... –se encogió de hombros. -¿Tu eres de por aquí?
-Mi familia. Yo vivo en la capital aunque los visito una vez al mes, más o menos. Por cierto, me llamo Manolo.
-Yo Karla, encantada.
-¿Y qué te trae por estos lares?
-Una apuesta. Mejor dicho –aclaró Karla, antes de que el otro la interrogara, -el pago por perder una apuesta: tengo que ir hasta la otra punta del país en autostop, recoger una piedra en contacto con el mar y volver.
-¡Vaya! Pues podrías haber viajado en avión, coger la piedra, tirarte una semana de vacaciones y luego volver. O mejor. Te agachas, coges una piedra y no contestas el teléfono en una semana.
-Nooo... Yo sabría que es mentira. Y además, que dices? la aventura es la aventura; no podría perderme semejante experiencia.
Él la miró a los ojos. Por supuesto, brillaban.
-Estás loca -dictaminó. -Y eso... eso me pone...
-Ah sí?
-Sí, porque, jeje, ya sabes, no hay nada como follar a tontas y a locas, jajaja
-Tu sí que estás sonado, Manolo –dijo Karla riéndose del chiste.
-No creas, normalmente no soy tan lanzado... será el efecto “desconocida”. Aunque no te preocupes, si no te apetece, no pienso dejarte tirada en cualquier parte.
-Ya.
Karla observó al tipo conducir todo tieso agarrado al volante mientras se iba ruborizando por momentos y le hizo gracia. Estiró el brazo y rozó el bulto que se formaba entre sus piernas con los dedos. Estaba bien duro. El coche hizo un extraño quiebro aunque afortunadamente no fue a parar al otro carril.
-¿Paro? –susurró Manolo con voz ronca moderando la velocidad.
-Vale, pero no me apetece hacerlo ni dentro del coche ni en un motel como si fuera una vulgar puta. Ni en plena solana, claro.
-Oído cocina. Mmm... se me ocurre un lugar, a unos cinco kilómetros de aquí... ¿te va bien un dolmen rodeado de unos cuantos árboles? No es gran cosa pero...
-Sí. Me gusta la idea.
Al rato se desviaron a la izquierda y tras unos minutos de ir dando tumbos a causa de los baches del camino llegaron frente al megalito prehistórico. Se hallaba situado un poco más alto que los campos circundantes y le acompañaban cuatro árboles raquíticos y unos cuantos arbustos polvorientos. Karla y Manolo salieron del automóvil sacándose ya la ropa respectiva y buscando la sombra adecuada donde yacer. Los dos estaban muy excitados. Él extendió su camisa sobre la tierra y una vez encima, comenzó a lamer el sudoroso cuerpo de Karla, que agradecida, le devolvió el favor.
-Ah, que gusto con la brisa...
-Manolo, túmbate. Creo que esta postura va a ser la mejor para follar con este calor –dijo Karla sentándose encima y agarrándose a una rama bastante gruesa situada por encima de su cabeza. –Me daré impulso con esto.
Con la fuerza de sus brazos como ayuda, ella inició el acoplamiento a un ritmo contenido que no impidió que las gotas de sudor le resbalaran por las sienes y por la nuca. No hablaban, cada empujón era acompañado por los jadeos de ambos. Él colocó las manos en los pechos de ella, frenando el balanceo, pero las tuvo que volver a poner otra vez en tierra porque el terreno era bastante irregular y con cada acometida se desplazaba un poco más de su posición original. Para colmo, Karla iba acelerando la cadencia al tiempo que crecía su excitación así que cuando se soltó de la rama para besarle en la boca, los dos se fueron terraplén abajo.
Mas tarde, ya en el coche y sentados de aquella manera para rozar lo menos posible las contusiones y rascadas producidas en la caída, comentaban lo acontecido.
-Yo creía que estabas sobre una base suficientemente firme -la voz le salió temblorosa a Karla.
-Yo también. Por lo menos al principio. Y después ya fue... jiji... irremediable.
Observó como Manolo, al igual que ella, intentaba contener la risa forzando un gesto grave y no pudo aguantarse más.
-Jajaja, tenías una cara tan graciosa...
-Jajaja, pues mira que tú... esa expresión de terror... jajaja. Ay, que bueno! -Manolo se enjugó una lágrima. -Por cierto niña ¿te llegaste a correr?
-No. ¿Que tal si vamos a un motel?
-¿Como si fueras una vulgar puta?
-Si no hay más remedio...
Karla sonrió picarona entre un gesto de embarazo y otro de dolor.

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